Si es cierto que en diciembre de 2012 se acabará el mundo, nos quedan menos de dos años de vida. El invierno detestable parecía confirmar el apocalipsis con el sufrimiento de pueblos metidos dentro del agua. Las últimas lluvias del 2010 atentaban contra toda esperanza. Tras cada nube gris, la gente volvía a mirar al cielo como pidiendo una explicación.Dejó de llover aquí, pero muchos siguen en un lodazal, sus animales muertos, sus casas inservibles. La peste, el dengue, los malos olores. El sol calienta pero no alcanza a borrar la tristeza de quienes perdieron todo.
Aquel poema atribuido a Jorge Luís Borges, que generó una discusión respecto a su autoría, habla sobre un hombre que está muriendo y que frente a la posibilidad de vivir nuevamente “Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he (ha) ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios”
Si aquella interpretación de las profecías Mayas –errónea para algunos– fuese acertada, la humanidad estaría ante sus últimos instantes de vida, como Borges o como el verdadero autor. Sin embargo, seguimos contemplando dinero y despreciando atardeceres. Insistimos en mirar más el reloj que los ojos de la gente, y en talar los árboles y echar concreto sobre una tierra que ya no respira.
En una calle de Cartagena, Mario cobra mil pesos a cada persona que quiera ver a Júpiter a través de su telescopio. A simple vista parece una estrella que no titila, imperturbable en el cielo. Pero desde el lente de Mario se ven 4 de las 63 lunas del quinto planeta del Sistema Solar.
Algunos transeúntes se detienen y contemplan el espectáculo asomándose por el ocular. Otros dudan y Mario se ve obligado a demostrarles que no se trata de un truco. Quizá su mejor evidencia es mostrar cómo la imagen se va moviendo a través del tiempo por la rotación de la Tierra. Pero más allá de los incrédulos están los desinteresados. Los que no están dispuestos a perder mil pesos o a invertir un minuto de su tiempo en ver un planeta que ha estado allí toda la vida.
Hace algunos años, Mario sacó su telescopio en un acercamiento de Marte y empezó a cobrar, como una estrategia para salir de una situación económica difícil. Ahora espera que la gente pase a visitarlo en la próxima Luna de enero, momento en el que se podrá gozar de un espectáculo fantástico.
Si fuese cierto que todo cuanto conocemos va a desaparecer en el 2012, será lamentable cómo elegimos vivir nuestros últimos instantes de humanidad. Desinteresados sobre la luna, sin apasionarnos por las estrellas, sin preguntarnos por qué el PH del líquido cefalorraquídeo es el mismo del mar.
Somos con frecuencia como aquella imagen que narra Alessandro Baricco, “…;uno de esos hombres a los que les gusta asistir a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de vivirla”
*Psicóloga
palabrasdesexualidad@gmail.com
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