Con el tiempo, la gente que vive en La Popa no podrá ver el mar por los edificios que se levantan como gigantes en Marbella y tapan lo que antes era una hermosa vista. Recuerdo haber escuchado cuando niño que la idea era que en este sector no se construyeran grandes edificaciones para que la gente que pasara por la Avenida Santander, que llegaba y salía de la ciudad por esta vía entre el aeropuerto y el Centro Histórico, pudiera ver La Popa.
Como van las cosas, la gente del Cerro no verá el mar y quienes pasen por Marbella no verán a la gente de La Popa y sus casas maltrechas. Yo no sé si estos edificios, que casi tocan las nubes, son bien vistos para que quienes lleguen y salgan de Cartagena no vean a la gente que vive en las lomas, y para que quienes viven en Los Comuneros, Loma Fresca, Petare, República del Caribe, Pablo Sexto, Paraíso y Virgen del Carmen, no sigan viendo más allá de sus narices, no puedan seguir sintiendo libremente el mar, que antes veían y hasta casi podían tocar, oler y oír desde arriba.
A los constructores de estos edificios se les debiera pedir, por lo menos, más creatividad: que pinten sus grandes obras de azul, que en sus paredes traseras que dan al caño Juan de Angola pinten el mar para verlo en pintura, o que en vez de paredes de cemento pongan vidrios para poder ver el mar o a quiénes habitan los apartamentos, si es que alguien los habita, para ver quién es quién. Se les debiera pedir mayor creatividad, ingenio y transparencia. Como dice el viejo refrán, “la carne de burro no es transparente”.
Para que la gente del otro lado del Caño Juan de Angola y del Cerro de La Popa no vea el mar o, peor aún, no baje a Marbella, solo falta que eliminen los 2 ó 3 puentes peatonales que apenas existen, donde antes habían muchos pasos para ir de un lado al otro, sobre este cuerpo de agua cada vez más angosto por la intervención humana, e invasiones de uno y del otro lado del Caño de Nadie.
Para que la gente no baje a la playa a hacer lo que le dé la gana, entre otras cosas rebuscarse la vida, una de las actividades que mejor sabe hacer la gente del común, solo falta que entre unas pocas personas y entidades discutan y aprueben en la ciudad proyectos privatizadores de las playas que aparecen como iniciativas para su reglamentación, lobos con piel de oveja.
Para que la gente, no solo del Caño y del Cerro, sino también la que vive cerca de las playas de la ciudad, no acceda con el tiempo a estos bienes naturales y públicos, sólo falta que se conviertan en privados, en mercancías que se pueden privatizar, conceder, comprar y vender al mejor postor, no precisamente por obra y gracia del Espíritu Santo.
¡Ni más faltaba que en el futuro en Cartagena ir a la playa sea sólo un canto, “Vamos pa´ la playa oh oh oh”, y la gente común y corriente sólo pueda escuchar el mar a través de una caracola!
*Lingüista, literato y comunicador para el desarrollo
puntos_de_encuentro@hotmail.com
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