Columna


La ciudad de las apariencias

REBECA GONZÁLEZ DE LEÓN

26 de marzo de 2012 12:00 AM

REBECA GONZÁLEZ DE LEÓN

26 de marzo de 2012 12:00 AM

Describir a Cartagena de Indias, más allá de sus murallas y monumentos,  y entrar a detallar la dinámica de la ciudad —bastante compleja—, nos lleva a conclusiones tristes. Uno quisiera que en el lugar donde se realiza en Reinado Nacional de Belleza y donde próximamente se celebrará la Cumbre de las Américas, las cosas marcharan mejor, pero no es así.
Es hasta chistoso observar a la administración Distrital mandando a “limpiar” a última hora las calles para que los presidentes que vienen a la Cumbre las encuentren bien, sin basuras. También van a mudar del Centro Histórico y el sector turístico a niños y jóvenes de la calle, indigentes, prostitutas, travestis  y vendedores ambulantes. No hay campo para ellos, decidieron esconderlos. A las autoridades les avergüenza que los distinguidos visitantes conozcan nuestra realidad.  Después, cuando pase la Cumbre, todo volverá a la “anormalidad”.
La ciudad ha creado un sistema excluyente donde el cartagenero pasó a un segundo plano, y el turista es el que recibe el mejor trato.  Por otro lado, también tenemos puentes que quedan a medias, trancones eternos, Transcaribe que no arranca y ni hablar del estado de las vías. Aunque gracias a la Cumbre de las Américas, están arreglando algunas avenidas, como para no quedar tan mal con Obama.
Si echamos un vistazo a otras ciudades del mundo, vemos cómo estas han alcanzado el progreso. Son ciudades que volvieron a nacer, a sonreír, a creer y a crear. Fueron incluyentes porque entendieron que en un proceso de cambio se debe tener en cuenta a todos los sectores que la integran, valorar las diversas opiniones y celebrar cada aporte que su gente haga. Las ciudades de las que les hablo, como Curitiba (Brasil), por citar un solo ejemplo, no hacen a un lado a sus ciudadanos, como ocurre con frecuencia en La Heroica.
Cartagena de Indias tiene oportunidad de cambio, de reparar esas grietas que han dejado los malos gobiernos. El compromiso debe basarse en realizar un pacto inquebrantable con el cartagenero y trabajar en un verdadero proceso de reconstrucción. Se trata de  una lucha donde todos debemos tener participación. Tenemos que enamorarnos de nuestra Cartagena y de su gente. No más exclusión, no más soluciones a medias, no más apariencias.
Por ahora, viendo cómo se engalana el “Corralito de piedra”  para recibir esta gran Cumbre, viendo cómo barren y esconden la basura debajo del tapete, sólo me resta elevar un súplica a las autoridades de la ciudad y pedirles que,  por favor, de ahora en adelante, se  imaginen que en Cartagena tenemos una Cumbre permanente, para que esas ganas de hacer que la ciudad se vea “decente” persistan, y logren, además de mejorar el entorno, solucionar los problemas de los miles de pobres que en ella habitan. Más allá de los eventos de talla internacional, el cartagenero reclama ser tenido en cuenta. No olviden eso. 

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