Columna


La cuarta semana

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

11 de mayo de 2011 12:00 AM

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

11 de mayo de 2011 12:00 AM

«La cuarta semana se hace importante» decía Carmencita en el momento en que su mamá la agarraba del brazo para montarla al jeep del tío Pacho. Ella y su bonche de amigos habían esperado el último domingo del mes para ir al Castillo de San Felipe sin tener que pagar la entrada. Durante el viaje Carmencita observaba el vapor de cruasán saliendo de las panaderías, las galletas polvorosas con su ombligo de bocadillo, las iguanas de levadura que surgían por la ventilación y se trepaban en las ramas de la bonga del Parque Lemaitre, mientras iba diciendo que no era un Castillo sino un Fuerte lo que había en Cartagena. Al llegar, el tío Pacho no había alcanzado a apagar el jeep cuando le dijeron que no iban a entrar, que el domingo podía ser el último pero que estaban en temporada alta, que la entrada costaba muchísimo. Esa tarde fueron a la playa a contar chistes y en la noche Carmencita no soñaba con otra cosa que no fueran garzas en tumbaga.   

Ocurre muchas veces que no estoy seguro de apreciar algunos patrimonios históricos, al menos los que promocionan en las revistas de los hoteles importantes, porque nuestra historia está hecha para los turistas, para los intelectuales, para los historiadores, para las personas con dinero, como si además de comprar el futuro y el presente la plata también comerciara con los años del pasado. Entonces criticamos la falta de cultura de los demás, que la población más pobre es la que se orina las paredes del Fuerte de San Felipe, que nosotros no sabemos de nuestra propia ciudad, pero ninguna de esas personas conoce ciertamente las épocas de manipulación y sangre que habitan en los arcabuces y los instrumentos de tortura del Palacio de la Inquisición, son pocos los que han hablado con los fantasmas de las casas viejas del Centro porque hoy todas son propiedad de extranjeros y acomodados. ¿Hasta qué punto es verdaderamente aquel patrimonio histórico de la humanidad un patrimonio? En esta ciudad de neoconquistadores no es justo que nos nieguen la historia que con nosotros han hecho, que el creyente tenga que pagar para orar en la Catedral, que el poeta tenga que ahorrar para capturar versos en el aljibe de la Inquisición, que la gente en los barrios tenga que esperar la cuarta semana del mes para verse la raza atravesada por las lanzas de la discriminación y la barbarie a través de los siglos.
Yo te he buscado, Calamarí, en las estatuas humanas que se mueven cuando se les pone una moneda, en el mar que aún no es tapado por los morros de cemento, en las playas que todavía son de todos, en los rostros de los indígenas mendigos, en el mango maduro que anida en el cielo durante los ocasos yo te he buscado, en el espacio que cubre la estatua de Pedro de Heredia, en las llagas de cemento de la india arrodillada a los pies de Colón, pero sólo encuentro una historia mal contada, un patrimonio negado, una boleta que no puedo pagar, una ascendencia privatizada. Tienen los lustrabotas y carretilleros su pasado concesionado.

*Estudiante de Derecho de la Universidad de Cartagena

orolaco@hotmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS