Columna


La encrucijada de la Universidad

NADIA CELIS SALGADO

19 de octubre de 2011 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

19 de octubre de 2011 12:00 AM

Los estudiantes colombianos comparten con los puertorriqueños, chilenos, españoles, italianos y dominicanos, además de su contagiosa indignación y determinación, solicitudes claras: que la educación siga siendo pública y responsabilidad financiera del Estado, y que se mejore su calidad. Son peticiones legítimas, dignas de cualquier sociedad que se precie de promover la libertad y el desarrollo individual, de no ser porque en su versión contemporánea el liberalismo obedece, rinde culto y sacrificio, a un dios único: el Mercado. 
Está en disputa no sólo el derecho a la educación superior de millones de jóvenes en el mundo que, como plantea el movimiento colombiano, quieren hacer país y necesitan prepararse. La lucha es por el sentido de la educación misma, la definición de formación, el fin último de ser humanos. La imposición del modelo de Universidad neoliberal va más allá de limitar su acceso a las mayorías. Como señala Boaventura Dos Santos, la “Universidad global” carga en sus entrañas las simientes del capitalismo, con su linaje de desigualdades; el neocolonialismo; el fortalecimiento del privilegio patriarcal y sus formas de autoritarismo; y la restitución, tras tanto hablar de multiculturalismo, de las formas de saber institucionalizadas por siglos de dominación del Norte.
Con la transformación de las universidades en empresas vienen además la jerarquización de los saberes y la eliminación de áreas de estudio sin utilidad mercantil. Atrás quedarán las humanidades, que hasta ahora las han distinguido de los institutos técnicos, atrás la formación de sujetos informados, dispuestos a mejorar el mundo. Porque ¿quién quiere médicos sensibles? ¿Quién necesita abogados con sentido de la justicia; economistas que cuenten historias además de cifras; investigadores del comportamiento con conciencia para no manipularlo; o intérpretes escépticos de las glorias del pasado? ¿Y qué decir de filósofos y literatos? Quizás se salven los artistas, siempre que se dediquen a entretener y no al comentario social.
La universidad neoliberal es una máquina de producción de más capitalismo, por naturaleza enemigo del pensamiento crítico. Un organismo anti-educativo, donde lejos de promoverse el re-conocimiento del mundo y la duda creativa, habrán de generarse expertos en las únicas ideas y prácticas posibles: explotar, invertir, producir, competir, comprar y, en suma, seguir difundiendo la plaga universal de la codicia y su hermana bastarda, la pobreza.
Ahora bien, la crisis debería servirle a las universidades no sólo para unirse en la defensa del derecho a una educación humanizada y accesible, sino para repensarse y plantear un cambio aún más radical, uniéndose a la indignación ciudadana que crece más allá de sus paredes. Pues es hora de que las universidades latinoamericanas se sacudan las jerarquías heredadas del colonialismo. De que se emancipen de las “disciplinas” de Occidente y abran sus puertas a otras visiones y métodos, de que valoren y legitimen, más allá del prejuicio de la Razón, saberes ancestrales y populares.
De haber creado, desde que lo pedía Martí, la “Universidad Americana”, quizás hoy podríamos purgarnos de ese parásito del capital con hierbas y celebrar el fin de su sistema con vino de maíz.

*Profesora e investigadora

nadia.celis@gmail.com

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