Columna


La envidia

MIGUEL YANCES PEÑA

05 de diciembre de 2011 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

05 de diciembre de 2011 12:00 AM

No hay duda de que la envidia, ese sentimiento que surge al compararse con los demás, es un sentimiento malo: es uno de los siete pecados capitales.
Los otros seis son: 1) la soberbia, y la virtud antónima, la humildad, que consiste en no buscar que los otros te aplaudan, pasar desapercibido, buscar ocupar el último lugar; 2) la lujuria, o buscar de manera desordenada el placer sexual, y la virtud contraria es la castidad; 3) la gula, y su contra, la templanza; 4) la avaricia, o ambición desmesurada por las cosas materiales, que se combate practicando la sencillez y la generosidad; 5) la ira, contra la que hay que ser paciente; y 6) para superar la pereza ser laborioso.
El diccionario de la lengua española Espasa-Calpe define la envidia como “Tristeza airada o disgusto por el bien ajeno, o por el cariño o estimación de que otros disfrutan.” Y a esa definición la iglesia católica le agrega “…;o sentir alegría cuando a otro le va mal.”
Para mi la envidia es prima hermana de los celos -que en los casos extremos es una manifestación de una patología psíquica mayor: la paranoia- porque detrás de estos, los celos, muchas veces, está la frustración de no poder hacer lo mismo, una forma de envidia.
En algunos casos la envidia no es sólo pasiva, como se desprende de la definición, sino que provoca, en quienes la sienten, acciones (directas o indirectas, físicas y/o verbales) tendientes a destruir al otro. Vista así, la envidia es mejor sentirla (única manera de controlarla) que despertarla, porque de la envidia de los demás sólo se percibe hechos desagradables; y a veces ni se sabe quiénes y qué envidian.
Lo curioso -por lo paradójico- de este sentimiento, es que algunos hacen lo imposible por despertarla; les hace sentir superiores. Contra la envidia despertada aplica la sencillez y la caridad; y contra la envidia sentida, fortalecer la autoestima; no la resignación y el conformismo, porque…; El mismo diccionario tiene otra acepción de la envidia: “Deseo honesto de emular alguna cualidad o algún bien que otro posee.” La que llamamos envidia de la buena, esa que hace posible la prosperidad de los menos creativos, y que la resignación y el conformismo bloquean.
Toda esta carreta, para justificar la envidia que se siente cuando se visita otra capital del país (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla Bucaramanga, Valledupar), por no mencionar del exterior, y se compara con Cartagena: una ciudad pequeña, tan competitiva, con tres –cuatro- actividades económicas bien definidas (industrial, turístico, portuario e inmobiliario), y sin embargo tan falta de recursos (no obstante ser Distrito Especial que asegura mayores transferencias, y ser la consentida), y tan abandonada.
No creo que en otras capitales no haya corrupción; ni que la de aquí sea mayor. Creo más bien que el nuestro es un problema de falta de creatividad y osadía de nuestra clase dirigente; muchos intereses que entraban el progreso, y muy poco altruismo: ¿cuantos de nuestros gobernantes y burócratas piensan realmente en servir a la ciudad, y no servirse de ella? Aun recuerdo un presidente excepcional, que se mostró respetuoso ante la responsabilidad, y no feliz ante el botín.
El próximo es el segundo periodo de cuatro años en la Alcaldía.

*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe

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