Columna


La familia es prioritaria

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

26 de diciembre de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

26 de diciembre de 2010 12:00 AM

“Revestidos del amor que es el vínculo de la perfección.”*
Pasando apenas la gran celebración navideña, hoy la Iglesia hace énfasis en la Sagrada Familia de Nazaret y nos invita a reflexionar sobre la importancia de la familia como núcleo básico para la felicidad y desarrollo del ser humano en todos los ámbitos, especialmente en: la fortaleza física y moral, la seguridad, la formación espiritual, reforzada con valores y hábitos sanos de vida y la inteligencia emocional.
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, aunque dueño y creador del universo, se sometió a las limitaciones humanas de todo orden: sencillez de vida, exilio, trabajo duro, servicio permanente a todos y muerte de cruz. De lo que no quiso privarse y por el contrario, escogió y preparó por muchas generaciones, fue de un hogar con unos padres ejemplares, justos y llenos de cualidades y virtudes de todo orden.
Un mensaje muy claro y contundente, manifestado por Jesús en palabras y acciones, es que definitivamente para nuestra felicidad, la familia es prioritaria.
Ya hablábamos en la columna anterior del papel importantísimo de la madre, María. El papel del padre también es fundamental. Vemos a José, quien es ejemplo de rectitud, justicia, fidelidad, sabiduría, diligencia y sobre todo de estar atento a la voluntad de Dios en su vida. Si José no hubiera sido un hombre de oración, con conocimiento de las Sagradas Escrituras, que supiera que la gran esperanza de su pueblo era la salvación por medio de un Mesías, que nacería de una virgen, que sería del linaje de David, no hubiera estado preparado para la tarea tan trascendental para la cual fue escogido.
Su corazón estaba abierto a la voluntad de Dios y por eso escuchó la voz del ángel que en sueños le manifestaba lo que se esperaba de él, lo que debía hacer respecto a María y al niño, en los diferentes momentos: cuando supo que María estaba en cinta, cuando debió protegerles la vida sacándolos al exilio, cuándo debía volver y cuándo, como padre y esposo, debía amarlos, cuidarlos, guiarlos y protegerlos.
Cuánto tenemos que aprender de José y de María, centrando la vida en Jesús. Cuánto hace falta que nosotros como esposos, padres e hijos, estemos atentos a la voluntad de Dios para nuestras vidas y las de nuestra familia.
La familia humana puede ser la plataforma de lanzamiento para la divina. Jesús dijo: “mis padres y mis hermanos son aquellos que escuchan la voluntad de mi Padre y la ponen por obra”. Es decir que si estamos atentos a escuchar a Dios y a vivir de acuerdo a lo que Dios nos pide, estamos formando parte de la familia de Jesús y esa familia también, además de la familia humana, tiene que ser nuestra prioridad, porque es la familia a la que podemos pertenecer por toda la eternidad.
Nuestra gran meta como cristianos es formar una sola familia, “revestidos del amor, que es el vínculo de la perfección”**. Nuestro Padre Dios, nuestra Madre la Iglesia, iniciada con María, José y todos los santos de Dios y nuestro hermano mayor, nuestro ejemplo, nuestro camino, nuestro ideal, nuestra vida, cabeza de la Iglesia, Jesucristo, quien a través de su Santo Espíritu, nos permite participar desde ya, en la tierra, de la naturaleza divina y de la gloria del cielo.

**Col 3, 12-21

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com
 

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