La campaña de Campo Elías no subestimaba la fuerza de otros candidatos, y quizá, se sintió poco confiado y terminó por permitir cercanías que lo fortalecían como competidor. Como explica el profesor David Mercado, en Colombia se sabe quién será el gobernante meses antes, esas son las consecuencias de nuestra “precaria” democracia. Y ya que antes de las elecciones se sabía que Campo Elías iba a ganar, la gente de la élite optó por pegarse a él. La misma gente que por razones de clase prefería mantenerse en la distancia del candidato.
La capacidad de gobernabilidad de Campo, sin embargo, siempre estuvo en entredicho. Presionado, manejaba los problemas con poco acierto, y frente a los medios se mostraba como un pequeño dictador, que incluso, pese a sus habilidades, se desencajaba, señalando periodistas que le cuestionaban su gestión.
Campo se enferma, pero el tema es manejado como si se tratase de un mal intestinal del Santo Papa. Algo de lo que no se habla. Un tabú. La desconfianza general aumenta, y llega a su límite cuando se encarga como Alcalde a Óscar Brieva. La decisión del Presidente de designar a Bruce Mac Master temporalmente como Alcalde, se recibe como un parte de tranquilidad. Ahora se espera que el partido ASI presente una terna y se pueda resolver la situación de la Alcaldía de Cartagena.
Pero cierta ingenuidad surge de toda esta historia: la inocente creencia de que todo será diferente, de que la ciudad transitará por caminos más decentes. Una fantasía sobre la recuperación de la gobernabilidad y sobre el manejo de los recursos. Esta cándida idea parece desconocer que una suerte de “Garra de Satán” nos merodea.
En Cartagena, la gente murmura sobre el poder que existe detrás de muchas administraciones. He oído mencionar a “Los García”, como si fuesen personajes antagónicos de un comic criollo. Jamás los he visto, y desconozco a ciencia cierta de qué se trata, pero el imaginario colectivo los ilustra con tentáculos que sostienen un poder perpetuado en la región. Los más atrevidos, incluso, aseguran que “Los García” tienen amistad con el Presidente y con muchos círculos de poder.
Así las cosas, parecen personajes mitológicos, casi innombrables por su capacidad de aplastar a cualquiera que les haga resistencia. Como si se tratase de una leyenda urbana, parece hablarse de seres con poderes infinitos, que se ríen con una carcajada malévola, desde la cornisa del más alto edificio, con un ropaje gótico y la luna atrás como testigo.
¿Necesitaremos cazadores de mitos para establecer de qué se trata? Si es así, si es verdad que existen poderes ocultos más allá de un alcalde, poco importa quién sea el siguiente mandatario si el villano sigue sonriendo. Poco importan los remedos de democracia si al final su risa se siente como un eco macabro en todos los rincones de una ciudad que se aferra a una supuesta historia digna y valerosa, una historia de luchas contra las cadenas, irrelevante al lado de tanta pestilencia actual.
*Psicóloga, activista, defensora de derechos humanos.
claudiaayola@hotmail.com
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