Columna


La historia detrás del puente Gambote

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

02 de noviembre de 2012 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

02 de noviembre de 2012 12:00 AM

El destino de Getulio Pérez quedó amarrado con bejucos al puente de Gambote. Su historia, mitad curiosa y mitad espeluznante, es de esos episodios donde la realidad inventada supera cualquier ficción.
Por fuentes que no fueron consultadas, porque no tuve tiempo de hacerlo, el señor Pérez y algunos otros compañeros del ministerio de Transporte, resultaron los ejecutores del estudio que determinó que la Troncal de Occidente tenía la capacidad vehicular para ampliarse a cuatro carriles. No obstante, por falta de presupuesto, el puente de Gambote –en pleno cruce del canal del Dique- sí debería mantenerse en sus dos carriles de hoy, a pesar de las reclamaciones del gobernador Gossaín y de las fuerzas vivas de la región.
Por alguna razón misteriosa que aún hoy se desconoce, la historia del ingeniero Pérez se complicó hace unos días cuando se divulgó la noticia de un accidente automovilístico en el punto exacto donde la carretera se estrangula para darle entrada al renombrado puente. Según versiones de los testigos, el vehículo de Pérez venía a tal velocidad que, al impactar la baranda, el carro y su piloto se partieron por mitades. Una parte del automotor y su conductor continuaron el viaje hasta llegar al puesto de salud en Arjona, mostrando algunos síntomas de aturdimiento y descontrol, lo que era apenas lógico. La otra mitad, quiero decir, el 50% restante de su humanidad incompleta, cayó en la casa de doña Tulia Polo, en la calle principal de Gambote.
La pobre doña Tulia, como era obvio, se desmayó. Su hijo, más valiente, ayudó al otro pedazo de Perez a que tomara un taxi y se juntara lo antes posible con su contraparte. El taxista, quien no quiso revelar su nombre, se negaba a llevarlo porque la billetera del ingeniero no aparecía. Getulio le reclamó: “No te preocupes, que seguramente se encuentra en la otra parte del pantalón que ya está por Arjona”. “Que me paguen la carrera”, confirmó el taxista. Al final, los habitantes de Gambote juntaron el dinero, no sin antes pedirle un descuento del 50%, teniendo en cuenta que era la mitad de un pasajero.    
Apurando la historia, el señor Getulio se salvó en Arjona. Como no había hilo para suturarlo, tuvieron que pegarlo delicadamente con “colbón”.
Hoy permanece estable en su casa. Su familia dice que está bien, pero que tiene dos personalidades. Mientras una parte permanece  más tranquila, la otra, más afectada, quiere demandar al Estado por negligencia, aunque ya olvidó que se estaría demandando él mismo.  
En aquel instante de la madrugada, sonó el despertador en la casa de la ministra de Transporte, Cecilia Álvarez. Ella, entre aturdida y adormilada, lo apagó. Inmediatamente, llamó por teléfono a Pérez y le grita angustiada: “Ingeniero, ¿se encuentra bien?” Pérez, preocupado por la hora de la llamada, le dice: “Claro Ministra. ¿Qué le pasa? Aquí estoy desayunándome con la mitad de un pomelo”. La Ministra le contesta, enseguida: “Ay ingeniero, no me hables de mitades, por favor. Entonces todo fue un sueño. Qué felicidad. Más bien llámese urgentemente al gobernador Gossaín, y dígale que se venga rapidito para Bogotá, que aquí le tenemos la solución para su puente”.   

*Empresario

jorgerumie@gmail.com

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