Columna


La lechuza y la indiferencia

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

04 de marzo de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

04 de marzo de 2011 12:00 AM

El incidente del domingo en el estadio Metropolitano, aún sin conocerse el fallecimiento de la lechuza, causó indignación. Escuchamos protestas aquí y allá. Fue como una detonación que nos convirtió en defensores de la naturaleza. Sentimos alientos no sólo para denunciar la crueldad del futbolista que pateó al ave y señalarlo como una amenaza para el equilibrio del planeta, sino para exigir la imposición de sanciones, a pesar de que en las imágenes se advierte que el deportista, más que agredir al animal, interviene con el deseo de apartar un objeto que impide el trámite del cotejo que en ese momento perdía su equipo.
Pero como la forma prima sobre el fondo, lo insignificante cobró dimensiones de tragedia. En cambio las catástrofes que estamos a punto de padecer las minimizamos o ignoramos. ¿Será qué por no hacerse delante de unas cámaras o dentro de un estadio, la firma de las autorizaciones que expiden las autoridades para derribar montañas, desecar humedales y talar la selva no las tomamos como riesgos contra el ambiente? ¿O qué decir de la desatención que se le da a los clamores de los aborígenes cuando denuncian que en sus territorios se explotarán minas que alterarán la naturaleza?
De esas depredaciones no se ocupan quienes ahora, con arrebatos tardíos, muestran su interés por defender la fauna que todavía subsiste en el planeta. Ellos tampoco se indignan, ni alzan su voz porque las autoridades permiten la circulación de automotores que emiten gases por encima de los límites que se consideran tolerables. Quizás no se han percatado de que esas situaciones sí atentan contra la naturaleza, como también ocurre cuando se desecan pantanos o taponan caños. Además, se aterran cuando un mendigo se acerca a su perro, pero contemporizan con los constructores que en esta ciudad arrojan los desechos en los cauces de los arroyos. 
Estas agresiones suceden y sucederán mientras no adquiramos conciencia de lo trascendente y alcemos la voz para reclamar sensatez y actividad. Porque lo que causa daño al ambiente es la indiferencia de los ciudadanos y la complacencia de los funcionarios que prefieren dejar de ver y oír para que el deterioro se consume a espaldas de ellos, como, para evadir la responsabilidad que le compete, sostienen los ex presidentes del país ocurrieron las villanías de los últimos tiempos. Recordemos no más el ingreso de dineros ilícitos a las campañas electorales, los favorecimientos a empresarios del agro a través de la entrega de recursos del erario y los espionajes para neutralizar o enlodar los prestigios de los jueces, periodistas y otros investigadores de la corrupción. 
Al proceder del futbolista lo sobrevaloramos, no porque fuera mentira que con su pie lanzó por los aires a un animal lesionado y aturdido por el balonazo que instantes antes había recibido, sino porque hicimos de él un chivo expiatorio para justificarnos de las omisiones o de las acciones en que incurrimos a diario y que ocasionan perturbaciones a este planeta al que no hemos entendido, ni queremos entender, pues respecto al ambiente, nos inclinamos por permanecer sin descubrir las diferencias entre las sombras y el resplandor.

*Abogado y profesor universitario

noelatierra@hotmail.com

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