Hace mucho tiempo, en la época de “Pelencho”, “la Ricolita” y “el Camberra” (léase un “súper buscapiés” que se vendía por aquellos días en las fiestas de noviembre), cuando era adolescente, me acuerdo que me habían castigado por “pataeperro”. Recuerdo que me le acerqué a mi madre y le comenté: “Mamá, con tantos días guardado en la casa, creo he descubierto una idea interesante, la que llamaré la ley entre el 2 y 9.” Ella, intrigada, pero sin entender nada, me pidió que le explicara. Luego de una pausa, continué: “Bueno, es que leyendo en estos días sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial y viendo lo que hicieron, por ejemplo, Hitler, Mussolini y el emperador Hirohito, contra el resto del mundo, pues, cualquiera concluiría que siempre puede existir un pequeño grupo de personas o instituciones (digamos, entre 2 y 9), con el suficiente poder de convocatoria y decisión (léase económico, político, religioso y de comunicación), que reunidos y alineados sobre un tema o conflicto, pueden lograr lo que ellos decidan o quieran, para luego influir en la opinión del resto de los mortales. Y es por ello que le llamaré la ley entre el 2 y 9”, sentencié.
Terminado el cuento, vi que mi madre se rasco su cabeza con sorpresa. La verdad, no se esperaba semejante bulto de palabras. Luego me comentó: “Mijo, mejor como que te levanto el castigo, para que puedas orearte. Sales un rato y luego la discutimos con calma, ¿te parece?”. Lo que sucedió así, recuerdo. Y hasta encontramos una cantidad de ejemplos, aprovechando sus conocimientos de historia universal, incluyendo hasta el propio final de la Segunda Guerra Mundial con la coalición entre Churchill, Roosevelt y Stalin, para enfrentar al “Eje”.
Con el paso del tiempo me olvidé de la “ley”. En algunos momentos, mientras veía o leía las noticias, surgía algo que me la recordaba.
Por ejemplo, un caso inolvidable en Colombia fue el incidente de Samper con la visita del “elefante” y la narco-financiación de su campaña. Si bien existieron algunas fuerzas políticas, sindicales y empresariales que deseaban su renuncia, nunca se logró el quórum de poder para forzarlo. Por el contrario, “la ley” actuó en el sentido contrario, cuando los tres grupos económicos más importantes del momento (Santodomingo, Sarmiento Angulo y Ardila Lülle), unidos con algunos medios de comunicación, como El Tiempo, sumados al propio Congreso de la República (vía dádivas), contrarrestaron el asunto para no sacrificar la estabilidad gubernamental del país.
En todo caso, son muchos los sucesos que avalan “la ley”. La historia la deciden y escriben unos pocos. Siempre ha sido así. El resto de los mortales son espectadores anónimos que rellenan las páginas de la memoria.
En el caso del proceso de paz en Colombia, desafortunadamente no hemos logrado el quórum en la dirección deseada. No ha sido fácil, pues estamos negociando con unos pocos dinosaurios que aún hoy desconocen que en el mundo el comunismo se acabó hace años, y que hay ex-guerrilleros gobernando tranquilamente sus países con el poder que tienen los votos en una democracia.
Por eso le pediría al Presidente que añada un paleontólogo a la mesa de negociación.
*Empresario
jorgerumie@gmail.com
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