Columna


La lidia de la cultura

ALBERTO ABELLO VIVES

27 de agosto de 2011 12:00 AM

ALBERTO ABELLO VIVES

27 de agosto de 2011 12:00 AM

No siempre quienes llegan a la dirección de instituciones muestran interés en renovar lo que hasta ese momento se hace. El camino más cómodo, para muchos, es continuar con uno de los más famosos peros: “pero si siempre se ha hecho así, ¿para qué cambiar?”. Y eso también puede observarse en espacios dedicados a la cultura.
Con frecuencia la sociedad observa en la dirección de esos espacios mayor figuración de las personas que el protagonismo que logran imprimir a sus instituciones. La ineficacia es cubierta por un manto de apariciones mediáticas ocasionales e intencionales. Las páginas de retratos en los medios dan cuenta de la proyección social de la misión que ha sido encomendada. Las dificultades que son reales en la gestión de la cultura sirven de escudo para pelechar durante años en altos cargos y trasladar su anquilosamiento a la institución que dirigen. Es más fácil acomodarse que esforzarse. Repetir que innovar. Figurar que hacer.
Trabajar en un medio en el que la financiación escasea, en que el interés por la cultura de quienes tendrían posibilidades de financiarla poco existe, en el que la cultura se considera aún adorno de la sociedad, tantas veces innecesario, cansa y desestimula. Administrar organismos culturales es correr diariamente una carrera de obstáculos. Gestionar la cultura es una lidia. Pero no puede ser el  pretexto para la inmovilidad. Porque son múltiples los ejemplos de que con los recursos e iniciativas de sectores sociales a los que sí les interesa la cultura es mucho lo que puede hacerse. Por supuesto, esto jamás podría justificar los tristes presupuestos.
Imprimir contenido al hacer y llenar de conceptos el direccionamiento institucional para contribuir a grandes propósitos sociales, más allá de las acciones en sí mismas, no siempre ocurre. Hacer por hacer o hacer “lo que se puede”, también es más fácil.
Termina hoy un período de administración del Centro de Formación de la Cooperación Española, un organismo al que también la crisis española le ha recortado el presupuesto –en situación aún no comparable a las dificultades locales de muchas de las entidades cartageneras. En corto tiempo la relación con la ciudad cambió, el Centro se tornó en epicentro, el edificio se hizo más amable y a él ingresaron por sus puertas abiertas habitantes provenientes de los distintos puntos de la geografía cartagenera.
Con rapidez se comprendió la ciudad por parte de la dirección que hoy termina, con destreza se incorporaron nuevos temas a una agenda que antes privilegiaba por misión institucional la organización de eventos para extranjeros. Hoy, sin dejar de hacer lo que siempre ha hecho, el centro de formación juega el papel de centro cultural donde se cruzan los vientos que refrescan el arte y las expresiones culturales. Una especie de casa grande para todos donde la cultura no es un adorno para acompañar finos hilos y holanes, que ha querido contribuir también a la formación de esos nuevos oficios que la ciudad que emerge requiere. Siempre pensando en lo diversa que es esta Cartagena, en oportunidades para los que no las tienen. Fue una administración arriesgada y trascendente, cargada de resultados y ajena a la frivolidad mediática. Anoche la ciudad lo reconoció y le dijo adiós a su directora. ¡Qué Lidia!

*Profesor universitario

albertoabellovives@gmail.com

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