¿Quién puede decir que no ha participado de la murmuración en algún momento de su vida? Se dice que las mujeres son chismosas, pero, nosotros los hombres muchas veces nos las ganamos.Murmuradores se encuentran en todas partes, en todos los caminos de la vida y en todas las épocas de la humanidad.
Nada es sagrado ni se salva de la murmu-ración, de todo y de todos hace presa fácil la murmuración: políticos, clérigos, jefes de es-tados, gente rica y famosa, piense en quien quiera, todos son blanco de la murmuración. Los medios de comunicación los olfatean, los convierten en “chiva” y los exponen en los noticieros y desde ese momento nace la mala fama en forma instantánea.
A los seres humanos nos gusta la murmu-ración que contiene una buena dosis de chisme y una buena dosis de escándalo, no sé por qué experimentamos una necesidad de escarbar en las vidas ajenas y nos preocupa saber quien está enamorado de quien, quien le está poniendo “cachos” a quien, quien es homosexual, quien se va a divorciar, quien se droga y todos los demás.
Observe que jóvenes y viejos por igual se deleitan contando y escuchando las historias que van de boca en boca en su círculo de amistades.
La sociedad prescribe que se mantenga cierto grado de decoro. Todo el mundo sabe lo que a la gente le corresponde hacer y lo que no le corresponde hacer, la murmuración ratifica las costumbres establecidas en una so-ciedad y da seguridad a los miembros de ella que cualquier falla se verá contrarrestada por la fuerza de la murmuración. Basta que se cometa un error para que todo el mundo lo conozca.
El temor a que los demás conozcan nues-tra mala conducta nos inhibe y nos mantiene bajo control, pero, no debemos olvidar que el chisme y la murmuración hacen más daño que beneficio. Definitivamente es una fuerza maligna que le roba la paz a cualquiera.
Usted no se ha fijado que la gente en ge-neral disfruta con los chistes que circulan a raíz del desastre personal de alguien y lo peor del caso es que recoger un chisme es imposi-ble porque después que comienza a rodar no hay quien lo detenga.
En un pasaje de la Biblia, más específica-mente en la epístola de Santiago, nos dice que uno de los principales defectos de la humani-dad es la intemperancia en el hablar.
Entonces, podemos afirmar que la mur-muración no es un pasatiempo respetable, realizado inicialmente bajo el escudo secreto entre dos amigos cercanos, se convierte en una bola de nieve que termina causando grandes males a todos.
En este orden de idea creo que lo mejor que podemos hacer todos, candidatos políti-cos o no, para no caer en ella, es alejarnos inmediatamente cortando por lo sano a quien nos invite a maldecir de otra persona y así evitamos que nos digan chismosos y no me importa, por si las moscas, que ya estén algu-nos murmurando por este artículo y eso me da la razón.
*Dermatólogo
a_gomezagamez@hotmail.com
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