Columna


La nata de la corrupción

AP

15 de marzo de 2012 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

15 de marzo de 2012 12:00 AM

De parecida o igual consistencia y cohesión que aquella que produce el carbón sobre las aguas marinas de bahías, radas y puertos del Caribe colombiano, es la nata de la corrupción que se asienta y contamina buena parte de este piélago erizado y tempestuoso que es Colombia.
Encaramada en todo tipo de programas, planes, proyectos, túneles, puentes, carreteras, aeropuertos, ferrocarriles, inundaciones, sequías, catástrofes naturales y provocadas, derrumbes y arrasamientos, fluye tan funesta corriente desde el centro hacia territorios y comarcas como impulsada por una alterna ley de gravedad que le da movimiento propio y autónomo.
Y todo, al amparo de una patente de legalidad ajustada al tamaño y medida de un interés mezquino y torcido en el que confluyen alianzas y poderes de diverso origen que, concertados, “hacen” posible el negocio particular que habrá de redimirlos de contingencias y avatares por el resto de sus vidas.
Desde luego, con cargo total a las arcas públicas y en detrimento perverso y criminal de los damnificados de todas las horas y tiempos, sobre cuyos lomos cabalgan en larga y jubilosa travesía de fechorías de abultado importe y bien pagada participación los armadores del abordaje pirata de la corrupción imperante en Colombia, sus aliados, cognados y vigías.
En tanto las bocas rotas de la corrupción siguen devastando todo a su paso, la flota del Estado parece sometida y sus naves, sin equipamiento ni armamento para combatir, a merced de los corsarios que merodean día y noche los litorales de los presupuestos nacionales, regionales y locales, para dar el zarpazo que deviene en cuantioso botín y llena a reventar sus alforjas.
Bocazas insaciables, como las de los ríos Cauca y San Jorge incontenibles sobre la Mojana y sus pueblos anfibios, llevándoselo todo, tragándoselo todo, engulléndoselo todo y sesteando a la bartola su hartazgo bajo los frondosas y protectoras ceibas de apropiados territorios y jurisdicciones sin que nadie ose espantarlos de tan refocilante sopor.
Y como en los versículos del Génesis, sobre las aguas estancadas y las ciénagas podridas de la miseria rural y urbana aletea, no el espíritu de la solidaridad y del bien colectivo, sino el pájaro agorero y siniestro de la corrupción avizorando para llevarse en sus garras cuanto recurso disponga el Estado para aliviar las penurias perpetuas de los náufragos de todas las aguas y veranos; de todas las miserias, calamidades y dolamas.
Igual que aletea espesa y perniciosa, y cada vez más extendida y contaminante, la nata que deja el carbón en los puertos marinos del Caribe.
EN COMILLAS: “Hay conductas que deliberadamente tienen una estrategia de sumir al Estado en una red que le haga muy difícil su actuación. Ya no es una casualidad que resulten personas que están casadas con la prima o que se encontraron en un coctel…; Hay personas no sólo en el sector de la salud especializadas en penetrar las altas esferas del Estado. Y no lo hacen por la vía tradicional, sino por vías refinadas…;” Sandra Morelli, contralora general de la República, El Espectador, martes 13 de Marzo de 2012, página 12.

*Poeta

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@CristoGarciaTap

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