Columna


La oportunidad del invierno

AP

06 de enero de 2011 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

06 de enero de 2011 12:00 AM

Si fuere la falta de tema, me bastaría el invierno que alteró cercas, rompió diques, ahogó humanos y semovientes, inundó poblaciones, aumentó el desplazamiento, despertó el sentimiento dormido de la solidaridad, procuró recursos y hasta generó investigaciones de la Procuraduría General contra las Corporaciones Autónomas Regionales, CAR, por supuesto descuido en sus funciones y tareas de alerta y prevención sobre la avalancha que se venía.Nunca, como en la presente del invierno, tiene una calamidad la oportunidad de derivar en el más positivo y ambicioso plan para poner a funcionar a toda máquina la economía de un país; para rebosar las cotas de su crecimiento y desarrollo y empezar con firmeza a romper el dique de la inercia imperante en su aparato productivo.
Que resulta doloroso y patético cuánto ha sucedido, es innegable, pero es ese, en la mayoría de las veces, el costo de las oportunidades. Y se mide, no por la cara de compunción y lástima que se pueda inspirar, sino por la disposición, acción y recursos para enfrentar con soluciones audaces, duraderas y efectivas la tragedia padecida y las que puedan sobrevenir.
Para mayor desgracia, cuanto ha sucedido en las grandes tragedias nacionales, ha estado signado por el abatimiento perpetuo y jamás por las oportunidades que ellas traen aparejadas: Gaitán, encarnando la tragedia de la violencia y jamás la oportunidad de una restauración política. Igual que Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Álvaro Gómez Hurtado, encarnando en su sacrificio la misma fatalidad histórica de la oportunidad horra y estéril de grandeza y patriotismo.
Y más acá, Luis Carlos Galán con su martirio, y su ausencia abriéndole las troneras al narcotráfico y las mafias para la captura oficial y formal del Estado y de la sociedad colombiana contemporánea sin más preámbulos que el crimen, la corrupción y la alteración de la institucionalidad en su favor y dispensa.
Si es que de ello hubo algo, cuanto pudo avizorarse en aquellas tragedias de transformador y de oportunidad para la construcción de una nueva sociedad no pasó de ser el destello fugaz de la antorcha que se apagaba apenas encendida; un lamparazo que dio paso inmediato a la inmovilidad que hace de nuestras tragedias una fatalidad irredimible.
Si antes fueron los magnicidios, ahora es el invierno el que le da a Colombia la oportunidad de un nuevo país; de construir ciudades; de renovar su red vial; de devolverse al ferrocarril; de regular la navegación en sus ríos principales; de erradicar el desbarajuste con los dineros públicos; de contener la corrupción en la contratación oficial y hacerla naufragar en la severidad y efectividad de las penas impuestas por la justicia a sus promotores y beneficiarios. En fin, que no vuelva el nebuloso manto de la tragedia a envolverlo todo con su poder narcótico y paralizante de la realidad nacional que exige dinámica transformadora.
¿O no?, presidente Santos
Entre tanto, el culo como adminículo mediático, que era el tema de esta columna, queda para otra oportunidad. Si es que a París Hilton no se le da por mostrarlo, lánguido y triste, en busca de periódicos y flashes.

*Poeta

elversionista@yahoo.es
 

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