Columna


La paraburocracia

AP

25 de noviembre de 2010 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

25 de noviembre de 2010 12:00 AM

Por si aún quedaba algún manto de duda acerca de los protervos fines del paramilitarismo para tomarse el Estado, ahí están los archivos de INCODER, agencia estatal para el manejo de la titularización de predios, cuya merced le fue concedida con proverbial diligencia a quienes fungían como comandantes y jefes de aquella facción sediciosa. Sin el más mínimo esfuerzo que pudiera configurar lo que la actual dirección de Incoder califica de “asalto agrario”, la avalancha paramilitar copó desde la más alta posición central hasta la más remota agencia de aquel instituto en las zonas más arrinconadas del territorio nacional. Y todo, como si una mano invisible con poderes absolutos se encargara de señalar y guiar a los nuevos favorecidos del poder del Estado hacia la tierra prometida que Incoder se encargaba de otorgar con largueza y títulos saneados, linderos, créditos y cuanta gabela fuera dable otorgar para garantizar y legalizar el despojo de miles de hectáreas en los departamentos de Bolívar, Chocó, Magdalena, Cesar, Antioquia y Córdoba. Por cierto, las regiones en las cuales se asientan las poblaciones más vulnerables de Colombia, las que presentan el índice más alto de necesidades básicas insatisfechas, el desplazamiento más acusado, niveles de gobernanza débiles y una precaria institucionalidad incapaz de preservarlas de la toma violenta por el “nuevo orden” paramilitar. El Incoder, como se revela ahora por su actual director, Juan Manuel Ospina, vino a ser para la empresa de la “refundación” acantonada en Ralito, el caballo de Troya desde el cual se consumó la estrategia de apropiarse de la tierra en los departamentos referidos, a la vez que el centro de operaciones civiles desde el cual se legalizaba y oficializaba el despojo de tierras a sus tenedores legítimos. A tal punto funcionaba la paraburocracia en Incoder, en provecho desde luego de los ideólogos, financiadores, asociados y beneficiarios del paramilitarismo, que es el mismo Ospina quien describe sin reservas, acaso con vergüenza, (El Tiempo, domingo 21 de noviembre de 2010) un periodo oscuro en la entidad que hoy él regenta, “en el que a más de un subgerente del Incoder se le podía identificar con un jefe ‘para’…;” Si eso es así, es perentorio que a quienes fungían como cuotas paramilitares en las subgerencias de Incoder para la fecha de la “toma” de esa entidad estatal, se les llame a responder efectivamente por los delitos provenidos de su conducta criminal y conspiradora, para lo cual solo basta revisar las nóminas de aquel “periodo oscuro” y proceder a encauzarlos conforme a las leyes y procedimientos establecidos. En vez de permitirles que, además de andar sueltos, arrogantes y desafiantes, sigan ocupando cargos y despachos públicos en otras instancias y agencias del Estado, como bien podría constatarse al examinar las nóminas y contratos de asesorías vigentes en gobernaciones, alcaldías, contralorías, personerías, ministerios y notarías. ¿O no, doctor Juan Manuel Ospina? *Poeta elversionista@yahoo.es

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