Hay una frase atribuida a Mutis, no sé si con certeza: “Los optimistas desconocen las estadísticas…;”. Lo cotidiano podría avalar la conjetura a no ser por algunos hechos excepcionales.
Me duelo de una especie de apatía por los temas trascendentales de la ciudad y la nación que observo entre la juventud y sobre todo en aquella que participa en política, pues no son pocos los casos en que he constatado como sus energías son cooptadas por los vicios de la política tradicional. Muchachos hablando de compraventa de votos, de puestos por apoyos, nóveles dirigentes embargados por avales de agrupaciones non santas, etc. Sin embargo, las marchas de hace unos días han restaurado mi esperanza.
Me he preguntado cuál sería una política adecuada para los jóvenes y esa pregunta ha trascendido a ciertos amigos. Uno de ellos comentó con sabiduría que la política correcta para los jóvenes debe rebasar temas como el pandillismo, apoyos, créditos y cupos educativos, entre otros lugares comunes, para convocar su responsabilidad, energía y conocimiento para debatir los asuntos cruciales de la sociedad y nuestro tiempo. Afortunadamente, vaya paradoja, los desatinos gubernamentales han reavivado la llama de la sana rebeldía que debe anidar siempre en los pechos de nuestros muchachos. La reforma a la Ley 30 ha sido leitmotiv apropiado.
El gobierno propone que la empresa privada pueda invertir en las universidades públicas, que estas puedan funcionar con ánimo de lucro y al parecer se menoscaba la autonomía universitaria con medidas de vigilancia y control por parte del Ministerio de Educación. Debo decir que mi opinión no es del todo imparcial puesto que mi hija mayor es estudiante de medicina de la Universidad de Cartagena, amén de que yo mismo egresé de la universidad pública. Empero, no creo fallar al calificar de desacertada la iniciativa del ejecutivo y señalarla como embuchado que legaliza las universidades de garaje.
Muchos con mejor criterio que el de este mero ciudadano han manifestado ya que la inversión privada en las universidades públicas será la tronera por la cual se extenderá la mediocridad paladina que reina entre las facultades de a peso que pululan en nuestro medio. Las universidades son más que eso. No niego el prestigio de tradicionales centros universitarios de la ciudad y el país, pero nadie desconoce la proliferación de establecimientos de educación superior que año tras año expelen profesionales a la sociedad sin criterios de excelencia técnica y ética que se necesitan. La educación superior se ha convertido en un acto comercial como tantos otros.
Por otro lado la implementación de medidas draconianas de vigilancia coarta el tesoro invaluable de la autonomía que se ha preservado en la Universidad Pública como fuente que alimenta el criterio libertario de la cátedra y la expresión de las nuevas ideas que debe guiar a todo profesional en el ejercicio de su oficio. No me considero un fanático ideologizado que elude el debate con consignas sectarias, pero creo que el asunto debe asumirse con ponderación para no castrar las posibilidades de transformación de esta sociedad enferma.
Me emocionó ver a los jóvenes en la calle luchando por la U y no me faltaron ganas de integrarme como otrora.
*Abogado, especialista en Derecho Administrativo
danilocontreras9@hotmail.com
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