Columna


Mauricio Santoyo Velasco, general de la Policía, es sindicado de cooperador de la siniestra Oficina de Envigado y de enlace permanente con los jefes paramilitares. Negocia con la justicia norteamericana y admite sus delitos.
Fue comandante del Grupo Gaula en Medellín en 1997, la misma época en que Rito Alejo del Río era comandante militar en Urabá, en el gobierno de Ernesto Samper y su ministro del Interior Horacio Serpa Uribe; trasladado a Bogotá, perdura en la Policía en el gobierno de Andrés Pastrana y sirve luego como Jefe de Seguridad de la presidencia en la primera parte del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, cargo que debió dejar por sanción que le impone la Procuraduría por encontrarlo responsable de falsedades para llevar a cabo intercepciones telefónicas. Santoyo demanda la decisión de la Procuraduría y el Consejo de Estado la anula.
Con ese fallo a favor, en el 2007, siendo presidente Álvaro Uribe y ministro de Defensa Juan Manuel Santos, su ascenso a general es aprobado por más de cincuenta senadores. En su carrera policial recibió 135 felicitaciones y 19 condecoraciones.
Ahora, con justa razón, el país interroga: ¿cómo pudo llegar tan lejos un oficial comprometido con graves delitos desde 1997? Es legítima, oportuna y necesaria la preocupación del país por establecer la responsabilidad de la promoción de Santoyo.
El debate está abierto y de inmediato salta a la vista nuestra manía política de sesgar los acontecimientos para asignar responsabilidades más con ánimo de vindicta que con espíritu de saneamiento para que en Colombia similares circunstancias no se repitan. Con ligereza se dice que Uribe, y sólo Uribe, debe responder.
Me aparto de esas posiciones y pienso que Samper y Serpa, Pastrana, Uribe y Santos, los congresistas que votaron el ascenso, los sucesivos ministros de Defensa y todos los superiores que en la Policía tuvo Mauricio Santoyo deben dar la cara al pueblo. Igual que en el caso Rito Alejo, los señores Samper y Serpa deben explicar por qué lo mantuvieron en su posición en Urabá, y sus superiores jerárquicos probarle a Colombia que obraron correctamente al promoverlo y mantenerlo en la zona de Urabá, que hoy se señala como escenario de los crímenes que le enrostra la justicia.
Nos acostumbramos en Colombia a que las situaciones desafortunadas se sorteen echándole la culpa a un desafecto al gobierno de turno y, con esa simpleza, se da vuelta a la hoja. Es hora de que los juicios de responsabilidad a los personajes públicos se planteen sin eufemismos, sin esguinces y sin torvas intenciones para inculpar a unos y librar de responsabilidad a otros.
Pienso que todos los presidentes, desde Samper a Santos, sus respectivos ministros de Defensa y del Interior, y las sucesivas cúpulas de la Policía deben responder al país sobre la carrera de Santoyo, y que igual tratamiento debe aplicarse en el caso del general Rito Alejo del Río, y en tantos otros pendientes de enfrentar.
Nos hace falta mucha seriedad al abordar estos temas, que reclaman un debate abierto, completo y serio.
P.D. Divertido ver apoyando a Correa contra Inglaterra a quienes denostaron de Panamá por el asilo a María del Pilar Hurtado, ex directora del DAS.

Abogado – Docente de la Universidad del Sinú – Cartagena

h.hernandez@hernandezypereira.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS