Columna


La silla vacía

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

25 de septiembre de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

25 de septiembre de 2011 12:00 AM

Hace tres semanas opinamos sobre el probable impacto de lo que dijeran los candidatos a la Alcaldía en los debates programados para el 22 de septiembre y el 18 de octubre, y destacamos que la ciudadanía marcaba ya una definición nítida en las preferencias registradas por las encuestas. El pueblo estaba definiendo desde antes de oír, pues la diferencia entre el porcentaje de aceptación del candidato puntero y los de los demás era abismal.
Surgió, sin embargo, un hecho que trastornó el propósito de la CDPB: el candidato puntero no asistió aduciendo falta de garantías para él, en razón de que uno de los periodistas participantes lo había descalificado y otro era el jefe de comunicaciones de una de las candidatas. En otras palabras, el primero lo malquiere y el segundo tiene interés directo en otra alternativa.
Esas circunstancias debieron pesar mucho en el ánimo de Terán Dix, porque la sorpresiva desconfianza en el profesionalismo de su exjefe y amigo, Juan Gossaín, dejó a la opinión de una sola pieza. Nadie podía tener duda, y menos Terán, de que el veterano periodista y curtido conductor de ejercicios similares habría impedido cualquier conato de injusticia contra los candidatos, si un tercero intentaba desconocer, con fines proditorios, las reglas pactadas.
Suponemos que Terán Dix previó, antes de pronunciarse y anunciar su ausencia del debate, los efectos de su determinación. O tuvo, tal vez, la certeza de que la confrontación intelectual poco o nada influirá en el apoyo conquistado por su esfuerzo proselitista, incluyendo otro espaldarazo más rotundo –difundido el mismo día–: el que trajo en sus alforjas el ex presidente Uribe.
Con afecto, pero también con franqueza, le decimos a Campo Elías que el mejor trofeo de su campaña habría sido desbaratar, él mismo, los ataques, las críticas y los cuestionamientos a su aptitud para ser alcalde, cara a cara con los dos Germanes, Mendoza y Hernández, aunque al final solo asistió el primero y el segundo le cedió su puesto a la periodista Claudia Carmona. Así reforzaba en la conciencia de sus seguidores el acierto de su escogimiento, y les infligía a los escépticos el tapaboca de que es un aspirante que conoce los problemas y tiene las soluciones en la mollera.
Comprensible que a Campo Elías le duela haber “recibido toda clase de insultos”, y que hayan tratado de “vulnerar mi (su) honra y la de su familia”, y que lo traten con “expresiones desobligantes e insultantes”. Pero las armas de suyo envilecidas vejan más a quienes las blanden que a las víctimas de sus desenfrenos. No eran los epítetos ni los venablos argumento suficiente para rehuir la cita, dejando en el ambiente la sensación de que los cartageneros elegiremos sin saber cómo nos gobernarán.
Además, cuando el hoy candidato despache desde el dosel que pretende ganarse, también le van a disparar, y más duro que ahora. El gobernante pisa callos, y los pisados reaccionan con furia, y los periodistas hacen lo propio, y los concejales, si no les dan menú a la carta, no se diga. Y no por eso, aun por mucho que le mortifique, o por cosas peores, Campo Elías Terán Dix habrá de dejar vacía la silla que quiere ocupar con ansias de servidor popular.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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