Columna


La Virgen del Carmen

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

15 de julio de 2012 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

15 de julio de 2012 12:00 AM

Mañana, 16 de julio, es uno de los días más importantes para la piedad popular en el Caribe colombiano. Es la fiesta de la Virgen del Carmen. A ella le componen los juglares, los trovadores, los decimeros y poetas. Le reza la gente humilde de manera confiada. Los conductores imploran su bendición para el camino y para los marinos es la Stella Maris. Parroquias y centros de culto la celebran con solemnidad. En algunos barrios se encienden los picós con su altar, no en desobediencia al Alcalde, sino en distorsionada devoción con la Virgen del Carmen. Se harán procesiones con fervor y romerías que reclaman purificación.
La verdadera devoción no adora sino que venera. Tiene a la virgen como madre que auxilia y modelo que imitamos y seguimos con toda nuestra fe. Nuestra devoción mariana debe pasar de la religiosidad a la espiritualidad, sin perder la piedad. María es para todos discípula y misionera.
Pero pasemos al sentido de esta celebración tan especial. Qué bueno reconocer que pensar al Carmelo es pensar al monte de María. Por ello, cuando Antonio de la Torre y Miranda fundó la Villa meritoria de María la Alta en lo que hoy es El Carmen de Bolívar, lo hizo bajo esta advocación que hoy recoge cuanto significa el ser Montemariano.
Dios siempre pregonó sus bandos desde la cúspide de las montañas: Sinaí, Tabor, Bienaventuranzas, Gólgota,  el Carmelo y hoy los Montes de María. Hermosa la frase en el frontis del santuario Montemariano de Nuestra señora del Carmen:
“Mariae Virgini Carmeli Dedicatvm”: fuimos fundados bajo el patrocinio de la Virgen del Carmen, a ella fuimos consagrados y le pertenecemos, esforzándonos por la espiritualidad del Carmelo, manteniendo recta nuestra conciencia y puro el corazón.
¿Qué resaltar de la espiritualidad del Carmelo como camino de fe compartido? Lo primero, que esta devoción es muy grata y clara en la vida de nuestro pueblo. Hay  devociones que necesitan ser fomentadas para no languidecer por falta de apóstoles. Eso no vale para la Virgen del Carmen. Ella, sola, con sus prodigios y sus privilegios, se extiende y propaga. No hacen falta Diomedes, ni los Zuleta.
En segundo lugar, el Escapulario no es un amuleto ni un objeto mágico religioso, sino el signo protector de Dios en nuestra vida. Presencia efectiva cuando al mismo escapulario lo acogemos y llevamos porque queremos revestir toda nuestra vida con las cosas de Dios. Es el símbolo de una vida nueva renovada en Cristo Jesús.
En tercer lugar, hemos de sensibilizarnos ante las comunidades montemarianas, orando a Dios por sus hombres y mujeres del campo, por familias y organizaciones, dando gracias y reconociendo su esfuerzo, sacrificio y trabajo, con el que llenan nuestras mesas y casas.
Mañana en la tarde tendremos procesiones en la ciudad y en todos nuestros municipios. El padre Cano en la Bahía y el padre Aníbal en los Montes de María. Será una fiesta del reencuentro y de la hermandad. En ella desaparecerán todos los estratos y caminaremos juntos con una vela encendida pidiendo con fe que la oscurana se convierta en claridad.
Que la nubecilla del Carmelo, que dio seguridades y certezas al profeta Elías, siga animando la fe y la vida de todos sus hijos que confían y esperan.

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