Columna


La voz del oráculo

LIDIA CORCIONE CRESCINI

20 de septiembre de 2011 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

20 de septiembre de 2011 12:00 AM

En Grecia Antigua, los hombres empezaron a inventarse a los dioses para darle una explicación y sentido a los fenómenos de la naturaleza que ellos no entendían. En Cartagena el pueblo empieza a improvisar ídolos para buscar solución a la problemática sobre la oscuridad que nos cubre en el aspecto social, educación, desempleo, inseguridad, pobreza. Ídolos de barro que con el tiempo se irán desmoronando, dado que sus cimientos carecen de una buena estructura para gobernar.
Pensar en el futuro de Cartagena como ciudad, es pensar con cabeza fría, exenta de una retórica “blablablista”, prometiendo al vulgo una recua de cosas que, para poder llevarlas a cabo, se necesita de una plomería  calificada y cualificada para así lograr los objetivos en beneficio de todos. No estoy diciendo que los candidatos que se postulan para alcalde o gobernador sean personas ignorantes, ineficientes o poco meritorias, en lo absoluto, son personas que tienen buen curriculum, experimentadas, preparadas. Sin embargo una cosa es ser apto en X o Y profesión u oficio y otra muy diferente tener la capacidad para liderar el bienestar de un pueblo.
Cada vez que aparece el período de elecciones, los abanderados se creen dioses, magos, santos o culebreros, con su pliego de propuestas. Y con la estela o varita, creen poner fin a la problemática que nos hunde en estos momentos y el pueblo, como ovejas, agrupado por su pastor (redentor), se deja llevar hasta el abismo si fuese necesario.
En el trágico esplendor griego, siglo V a.C., la razón se elevó entonces como el don más preciado, pero es una razón humanizada. La voz del oráculo se confundió con el ruido de un mundo políticamente convulso. En la agitación, el amor por la sabiduría, naturalmente griego, pidió tiempo para rescatar el equilibrio divino que aún debía habitar entre y dentro de los hombres.
Pienso que se está abusando y aprovechando lo de la esclavitud, caso que acaeció hace 200 años, sin tener en cuenta que hay que edificar en vez de arrastrar lastres. Al de la etnia (afrodescendientes), es al caso que más le echan leña, activado por unos cuantos que ejercen poder sobre los medios: columnistas, directores de programas afro, personajes importantes (afrodescendientes), que constantemente expulsan su veneno sobre planteamientos poco objetivos. Paradójicamente ellos ocupan grandes posiciones, pero a pesar de ello siguen abriendo la brecha en una ciudad que se quiera o no, es de afrodescendientes.
Hablar menos, instigar menos, es cuestión de responsabilidad, porque todos estamos para lo mismo: ver a la ciudad progresar, tener educación para todos, servicio social en salud planificado, servicios públicos garantizados, buen manejo de los dineros por concepto de impuestos, no a la corrupción, no a la inseguridad, no al desempleo, no a la pobreza, no al mototaxismo, no a las protestas vandálicas.
En días pasados publicaron en este medio una foto de “Botellita”. La recuerdo como si fuera ayer, hace más 37 años. Cada vez que pasaba por mi casa y yo estaba en el balcón, me gritaba: “Rana platanera”, y lo repetía muchas veces. Otro loquillo me cantaba en estri-billo: mona cuca guayabera saca la presa del caldero, toma leche y embustera”.
¿Racistas?
La voz del oráculo me dice: votarás en blanco.

*Escritora

licorcione@gmail.com

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