Largas filas, eternas horas, calor y lluvia hicieron de la espera un reto. La ilusión hace que cualquier precio sea poco para ver cumplido un sueño. Miles de cartageneros en busca de una oportunidad laboral o aunque parezca inaudito, en busca de una olla de presión, soportaron una larga fila de humillaciones.
¡Las cifras son tan frías! Decir que el desempleo en Cartagena se acerca al 13% no se compara con ver la tragedia en las personas que a la voz de una oportunidad, buscan su mejor “pinta”, no duermen, intentan dejar lo más en orden posible su vida diaria, para poder ir tras el sueño de un trabajo, al que tienen derecho no sólo por sus años y dinero invertidos en estudio y deseo de superación, sino por ser parte de este “Estado Social de Derecho”.
Estos hombres y mujeres que regalan un día de sus vidas a la esperanza, no merecen que les sea destruida su capacidad de creer por la insensibilidad de quienes en nombre de “democratizar” las oportunidades, montan el circo de las convocatorias masivas de empleo.
Por ellas vemos desfilar a miles de personas que no reparan en tomar su turno desde la noche anterior a la apertura de las mismas. Otros, no con las mismas posibilidades, madrugan y su turno puede estar tan lejos de la oportunidad que quizás se desaniman. Pero su fe puede más, y se quedan en medio del desorden, de la inmensa incertidumbre, de la realidad que choca de frente y les dice que debe ganarle a muchos con los que comparte pesares en la larga fila de humillaciones que soporta.
Al final del día se ha sorteado toda clase de atropellos. Sí, profesionales, especialistas, gente preparada y preocupada por su bienestar, ha estado en la calle, haciendo fila, obedeciendo la indicación amarga del oficial asoleado, del funcionario atormentado por tanta gente y poca logística, ha soportado a los “vivos” con cuentos “chinos” que se pasan, las discusiones, los empujones, los que tienen “corona” o tráfico de influencias, todo para que, en muchos casos, ni siquiera le reciban la hoja de vida.
No digo que no se hagan, pero la organización, el respeto y la honestidad deben primar en estos procesos para que los participantes no se sientan burlados. El empleo es un derecho, no un favor o milagro y lo mínimo que merecen los aspirantes es un trato digno.
La descomposición social está cimentada en resentimientos producto de injusticias e inequidades. Es nefasto para la sociedad, de por sí afectada por el desempleo, acrecentar la desconfianza en los procesos y las instituciones, ya que desestimula la participación y con ello, deslegitima la democracia.
Igual de humillante fue la fila de más de 12.000 personas por una olla de presión que entregarían por doce mil pesos y 50 envolturas de “ricostilla”. Sólo entregaron 4mil ollas, que no pagaron el caos, los disturbios, desmayos, enfrentamientos, congestión vehicular, contaminación y otros desmanes, que las autoridades deberían sancionar.
En estos “mundos” donde las realidades son duras, la capacidad de soñar cobra un significado especial, es la posibilidad de reír en medio de las tragedias y creer en “un mañana mejor”, burlarse de ello es casi un sacrilegio.
*Comunicadora Social-Periodista
martha_amor@yahoo.com
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