Columna


Van apareciendo, aunque en algunos casos con calculada y aparente timidez, nombres de quienes aspiran a ser gobernador de Bolívar y alcalde Cartagena por el próximo cuatrienio.

La preocupación mayor de casi todos los aspirantes es conquistar el apoyo de caciques políticos consagrados, no importa que estén separados de la vida activa por sentencias judiciales o que se encuentren aún en la cárcel. Pareciera que de ese mismo grupo de candidatos, la mayoría de los nombres mencionados en prensa y corrillos, emergiera la tesis de que quien elige es la clase política y que el respaldo del pueblo es cosa secundaria, consecuencia fatal de la decisión de esa clase política.
A esto se añade que algunos pretendientes, sin pudor alguno, amenazan con la búsqueda de opciones distintas a la del partido en que hoy se encuentran matriculados, dejando claro que compromiso ideológico no existe y que se trata de una puja en que la que no importa empeñar la conciencia a cambio de ser elegido.
No falta quien exija un conclave de caciques que en unanimidad proclame su nombre, sentando que se busca una elección sin esfuerzo y sin contar con el pueblo, bastando sólo la dirigencia política.
Esta situación es dramática. Desnuda que los programas que luego se presenten por esos candidatos tendrán el objetivo único de servir de añagaza para incautos, pero en modo alguno significarán un propósito serio de trabajar por soluciones concordes con las necesidades comunes y de cumplir metas diseñadas en función de esos propósitos.
Tan es así, que todos sabemos de algunas personas que están trabajando en la sombra por conseguir apoyos de los controladores de votación popular, pero que se cuidan de decir en público qué ofrecen al pueblo y en virtud de qué reclaman su respaldo. Repito, el programa será literatura barata, a pesar de la seriedad de los asuntos que se mencionen, y, peor aún, el candidato no conocerá a profundidad lo que muestre su programa, pues para la elaboración de ese documento se contratan  expertos y listo.
Debiera llamar la atención el hecho de que un candidato a la alcaldía de Cartagena, desligado de todo conpromiso con los partidos políticos y sin esperar la bendición de ellos, sea quien esté cosechando elevados puntajes en las encuestas. Su clamor diario lo presenta ante el pueblo como auténtico vocero suyo y tal calidad le depara los apoyos que hoy le otorgan esas investigaciones de opinión. Es posible que más adelante las maquinarias políticas, burocráticas y económicas sofoquen ese respaldo que hoy registra, pero es claro que su éxito está en separarse de la senda trillada de la conquista del poder como resultado de alianza de clanes que miran a Bolívar y a Cartagena como suculentos botines.
Los manipuladores políticos se sienten muy seguros. Cuentan con la tradicional clientela, los abominables métodos de conquista de gentes necesitadas y la desvergonzada compra de sufragios. Pero también no siempre estaremos en la misma situación.
Cada día el pueblo es menos ignorante y cada día crece más el número de quienes razonan sus decisiones en materia de voto. No todas las conciencias se negocian ni a todos se puede engañar siempre.

*Abogado –Docente Universidad del Sinú – Cartagena hhernandez@costa.net.co
 

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