Columna


Las tres gracias

RODOLFO DE LA VEGA

28 de enero de 2012 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

28 de enero de 2012 12:00 AM

Aunque el Dr. Eduardo Lemaitre recomendaba leer al Dr. Arcos (Camilo S. Delgado) con beneficio de inventario, en el caso que voy a relatar debo darle completa fe porque lo conocí de boca de mi padre, quien a su vez, lo supo por su abuelo y su bisabuelo.Según el Dr. Arcos, pasados los sucesos del 11 de noviembre de 1811, de los que tanto nos sentimos orgullosos los cartageneros, hubo cierto relajo en el orden de las cosas y muy especialmente de los regimientos que deberían imponer la ley. Eran éstos, Los Lanceros, Cuerpo de Artillería y el Cuartel del Fijo. Tan pronto como la Junta de Gobierno designaba  a un ilustre ciudadano para que la presidiera y, en consecuencia asumiera sus funciones, que hoy corresponden al poder ejecutivo, el populacho, apoyado por los comandantes de cada uno de los cuerpos armados inicialmente manifestaban su regocijo, pero pasados unos días comenzaban los reclamos con gritos de abajo el gobernante de turno y vivas a la libertad. Había una verdadera confusión entre la libertad tan anhelada y el desenfreno. No entendían que sin orden no puede haber libertad.
En esas condiciones llegaban al poder y así continuaban las cosas: a los gritos de abajo los tiranos y viva la libertad, cedía el gobernante de turno. Los regimientos en lugar de respaldar al gobernante hacían causa común con los revoltosos. El doctor José María García de Toledo, ilustre funcionario que había ocupado cargos en el gobierno colonial, llegó a la presidencia del Estado. Pero a poco de ocupar el cargo, no sabía cuándo dejarlo para regresar tranquilo a su casa. El Dr. José María Del Real le advirtió: si seguimos por este camino, después de lograr la salida del gobernante pedirán su horca y sin el apoyo de los regimientos habrá que ceder a las exigencias populares.
La Convención General Constituyente y Electoral del Estado de Cartagena de Indias eligió al Dr. José Maria del Real, Presidente provisional del mismo Estado. Se pensó que podría gobernar en sana paz de Dios. Enterado del Real de que ya se fraguaba una conspiración convocó por separado a los comandantes de los regimientos y a cada uno le anunció el propósito del gobierno de reconocer sus meritos y servicios a la patria y un aumento del 25% de su salario. Todos se fueron felices. Por otra parte, comisionó al señor Pantaleón Lorduy la elaboración de tres horcas, que debían quedar listas para el 25 de febrero, el día antes de la posesión del doctor Del Real. Para que las horcas estuvieran listas tuvo que adelantar el dinero de su propio bolsillo e instar a que contratara la gente que fuera necesaria.
Las tres horcas llevaban los nombres de las tres gracias: “Aglae”, en la Plaza de la Independencia; “Talía”, en la Plaza de San Diego; y “Eufrosina” en la Plaza de la Aduana. A la inauguración acudió gente curiosa. Allí estaban listas con sus cuerdas, verdugos y ayudantes.
De más está decir que no hubo necesidad de usar las horcas. El Dr. Del Real gobernó sin contratiempos durante todo su período y en paz regresó a su hogar.

*Asesor Portuario

fhurtado@sprc.com.co

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