Columna


Las “escorts”

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

22 de abril de 2012 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

22 de abril de 2012 12:00 AM

Los gringos son malos “conejeros”. Así quedó probado con el escándalo de los agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos, uno de los cuales cometió el error de creerse más vivo que la niña que eligió para dormir con ella, pues dejó afuera las traseras para que la prensa y el Congreso de su país explotaran, periodística y políticamente, el incidente a que dio origen la confusión de U.S. $800.oo con $50.000.oo por unos servicios que difieren de una guaricha a una escort.
Como no hay chisme que no ruede, en Estados Unidos resonó primero que aquí “la tentativa de conejo”. El Washington Post, el New York Times, el Chicago Tribune, Los Ángeles Times, Mitt Romney, Peter King y una senadora que parece haber sido víctima de un “conejo” en su juventud, alzaron su voz contra el riesgo que significó –versión divulgada– el acceso de las “escorts”, en la etapa de posorgasmo, a los documentos que tenían los agentes en su poder.
El estrépito no tiene ninguna connotación de carácter moral. Ninguna que tenga que ver con la condición humana y profesional de quienes cuidan al hombre más apetecido para un balazo. Todo se dirige a ponerle sazón sexual al proceso electoral. Sin farándula cualquier elección resulta desabrida y lánguida, y, como el mercado es el sancta santorum de la embelequería contemporánea, el intercambio de un producto masculino yanqui por otro femenino colombiano, aun con pleito por el precio, es un buen augurio para el TLC.
Tan política es la reacción, que los congresistas que dicen buscar la verdad son republicanos, e idearon el novelón de que las “escorts” pudieron haber sido terroristas interesadas en hallar una pista que las llevara al aposento de Obama en el Hilton, no para echárselo a la muela, sino para quebrarlo. Ese peligro nunca existió. Pero la cantaleta seguirá hasta responsabilizar al Presidente de que no sólo no se ocupa de la seguridad de su nación, sino de la suya propia. Suena absurdo, pero esa es la lógica de la godarria republicana.
¿Cuándo pensó el “conejero” chamuscado que su actitud incidiría en la campaña presidencial de Estados Unidos? ¿Cuándo la “escort” burlada que impulsaría cambios en la nómina del Servicio Secreto? ¿Cuándo el dueño del PleyClub que su establecimiento gozaría de un vitrinazo igual al de Cartagena en la VI Cumbre? ¿Cuándo Willy Neuman que tendría de un cacho el Premio Pulitzer?
Por eso los republicanos van a cambiar de mascota: abandonan el elefante y adoptan el conejo.
Al desempleo, el déficit fiscal, la deuda externa, los inmigrantes ilegales, el sistema de salud, la drogadicción, el uranio de Irán, los cohetes de Corea del Norte y los soldados americanos que se retratan con cadáveres en Afganistán, le sumaron las “escorts” de Cartagena de Indias este otro condimento al pugilato por la Casa Blanca.
Tiritos. Un refugiado sirio que llegó a Cartagena en busca de tranquilidad quiso que lo dejaran entrar al Hilton el sábado 14 de abril. ¿A qué? –le preguntó el vigilante. Y contesto: “A hablar con el baraco Obama”.
Y un petrolero saudí, que topó al Presidente en la puerta del elevador cuando salía para la cena en la Casa de Huéspedes, le dijo: ¡Oh!, I glood to me you, míster Obama Ben Laden.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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