Columna


Leyes, papeles, palabras

LIDIA CORCIONE CRESCINI

16 de noviembre de 2010 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

16 de noviembre de 2010 12:00 AM

A través de cualquier medio de comunicación leemos y vemos las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo contra los niños y jóvenes en el sentido de las violaciones de derechos y abusos sexuales. Es deprimente el panorama al sentir que esas criaturas indefensas son manipuladas, maniatadas y torturadas por personas que mentalmente viven en un constante trastorno emocional, acabando con la estabilidad del sujeto que ha sido vulnerado física y moralmente. Si tenemos en cuenta las consecuencias de lo que esto acarrea, nuestra sociedad continúa con la saga del rencor y la sed de venganza de todos aquellos inocentes que les han castrado en su intimidad. Movidos quizás por esos episodios cruentos y salvajes, éstos querrán desquitarse contra una sociedad de la que ellos forman parte de una manera violenta. El Art. 44, de nuestra Constitución reza en algunos apartes: “Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y su nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y el amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos religiosos. El Art 45, “El adolescente tiene derecho a la protección y a la formación integral”. Las palabras de esta prosa hermosa parecen extraídas de cuentos infantiles donde al niño que tiene unos padres amorosos le leen bellas fábulas con moralejas impresionantes, que distan de nuestra realidad. En el mundo y específicamente en Colombia esta situación es el pan de cada día. Recuerdo el caso de Garavito. De no ser por el programa de Pirry, este hombre hubiera quedado en libertad al poco tiempo debido a su confesión, arrepentimiento y conversión, ya que leyendo la Biblia se volvió un buen samaritano. Sin embargo, un psiquiatra estadounidense nos ratificó que en casos como este, si la persona quedaba en libertad, volvería a lo mismo porque era su naturaleza. Por estos días se nos muestra el escándalo de dos profesores en un colegio de Bogotá, que abusaron de 20 estudiantes con el agravante de filmar sus oprobios, y se dice que uno de ellos tiene SIDA: nombrar los sinnúmeros me es imposible. ¿Nos hemos acostumbrado por heredad a convivir con estas situaciones deplorables? En nuestra democracia los adultos también estamos siendo maltratados, vilipendiados y abusados en nuestra buena fe. Diariamente se incrementan la lista de los funcionarios de entidades que supuestamente tienen el deber de protegernos a todos y cada uno en todos los aspectos. ¿Todo por la plata? ¿Llevarse a todo el mundo por delante sin importar el contexto de la sociedad civil que busca amparo en sus gobernantes? Si el niño aprende a través de la imitación, de modelos o patrones, ¿a dónde iremos a parar? La Constitución Política de Colombia, garantiza, garantiza y garantiza, es muy clara en su letra menuda, parece que no se le ha escapado nada, sin embargo, los hechos desvirtúan a diario las leyes, los papeles y las palabras que descansan en la paz de un libro que está sobre la mesa de noche. *Escritora licorcione@gmail.com

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