Se construirá un nuevo puente sobre el Río Magdalena. La noticia fue divulgada con bombos y platillos, mientras el presidente Santos adelantaba la conquista del oriente. Esta obra de aliento se hará paralela al puente Pumarejo, para cumplir la importante misión de integrar la Costa Caribe, lo que nos llenó de entusiasmo y alegría.
El portavoz del Gobierno destacó la magnitud de la obra indicando su altura y proporciones monumentales, para “facilitar el acceso de barcos de gran dimensión hacía puertos situados sobre el río grande de la Patria”. Contrasta esa información con la posición gubernamental sobre la participación del Estado en sólo el 50% del Canal de Varadero. El 50% que falta sería imputado a toneladas movidas por los puertos de Cartagena.
Estamos seguros de que a esa información del puente le falta algún dato. Nos resistimos a creer que se rompa el equilibrio regional en forma tan absurda. Los esfuerzos en infraestructura no pueden desarrollarse para favorecer una zona del Caribe, en detrimento de otra. Lo equitativo y sensato sería que compitan, se complementen y desarrollen para progreso de toda la patria.
Si hay recursos para duplicar obras colosales como el puente anunciado, no tiene sentido imponer a la carga que muevan los puertos de Cartagena, la mitad de los costos que se necesitan en el plan de habilitar un canal por Varadero, para optimizar la Bahía de Cartagena como puerto.
No pueden existir preferencias. Seguro que se trata de una equivocación nuestra. Un puente para privilegiar un puerto sobre los 53 muelles privados que hay en la bahía de Cartagena, sería aberrante.
Menos aún que la intención fuese fomentar resquemores superados entre Cartagena y Barranquilla, cuando hay que impulsar la unidad regional sin recelos. Claro que esto no obedece a un plan perverso de dividirnos en nuestro propósito de afrontar juntos las dificultades del futuro.
Recientemente hubo un foro con altas cifras del liderazgo Caribe que propugnaban por la autonomía de la región, ante los excesos de la Metrópolis y su arrogante desdén por la periferia.
Además de insuperable conflicto con la necesaria Unidad Nacional, algunos de los inconvenientes que presenta para la Costa la descentralización a ultranza son su desventaja en inversiones sociales, y la estructura de servicios públicos que desde el centro construyeron en forma discriminada y adversa. Quedó así, desde siempre, rezagada la costa Caribe por el cabildeo y manejo de las otras regiones, que hoy se ufanan de su innegable progreso. Es imperativo el turno que reclama la Costa de una prioridad de mayores recursos, porque los índices de desarrollo y calidad de vida arrojan una descompensación absurda. Es frecuente que cuando en Colombia se habla de esfuerzo, eficacia y trabajo se hace para justificar una injusticia o un despojo. Así sucedió por parte de la hábil y poderosa Antioquia, el Eje Cafetero, el Valle del Cauca y otras esquinas de Colombia.
Todos estos reparos deben ser acompañados de la erguida oposición a la posibilidad de pasar a ser el traspatio de otros. Hay que rechazar el “entreguismo que se percibe en una ciudad con líderes, pero sin liderazgo”, como decía el pasado domingo El Universal en su nota editorial.
*Abogado, exgobernador de Bolívar y exparlamentario.
augustobeltran@yahoo.com
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