Los afrocolombianos le han dado al país prosperidad y desarrollo, sin embargo es el grupo étnico que más dolor y humillación ha sufrido. Existen muchas leyes que deberían abogar por sus derechos pero no obedecidas.
En Colombia hay racismo sin resolver y los afrocolombianos son sus principales víctimas. El 30% de los desplazados son afrocolombianos y los afros son 30% de la población colombiana. Los 200 años de vida republicana han servido para reconocer su grandeza y aporte al país. Pero son excluidos de vivienda digna, alfabetización, transporte y salud ambiental.
Su ingreso a la educación secundaria es difícil y sólo 0,1 % va la universidad. Tienen bajos ingresos por su baja escolaridad y por la discriminación, que les ha traído dolor, humillación, afrentas, desprecio y calamidades. Su ingreso per cápita es de 200 dólares por año, comparado con los 1.500 del promedio colombiano anual; 75% gana menos del mínimo legal y 85% vive en pobreza y miseria.
El conflicto armado empeoró su situación. Las FARC tienen batallones con el nombre de Domingo Biohó, líder palenquero. La mayoría de víctimas de la violencia son afrocolombianos. Tampoco los defiende el Estado de la prostitución.
Sus comunidades viven de la ganadería y la agricultura. Formaron palenques, uno de ellos el de San Basilio, que mantiene su identidad con su lengua palenquera de origen Bantú, sus ritmos, arte y espiritualidad. Son importantes los ritos funerarios como el “Yambalú” para los entierros.
Los africanos eran tratados como animales peligrosos, iban esposados con hierros, los azotaban, controlaban sus llantos y quejidos. Iban amontonados en las mazmorras de los barcos, cuya travesía duraba de 2 a 3 meses. Cuando desembarcaban ya la mitad había muerto, otros venían con cáncer, escorbuto, inanición, infartos y depresión profunda. Unos se suicidaban.
Cuando pasamos a la religiosidad encontramos que había gran cantidad de etnias en el África con un Dios trascendente y en su mayoría era creador, bueno y justo. No definían a su Dios sino que lo experimentaban. Era un ser que se encarnaba. Tenían dos dimensiones religiosas, una espiritual y la otra maternal. Así estaba ligada a la maternidad, o ser femenino de la tierra. Eran además muy laicales en su religiosidad y no se ajustaron a la dimensión eclesial.
En cuanto a la “memoria”, sus debates estaban ligados al perdón y a una reflexión ética y política, con una población que había recibido los horrores de la guerra. Los afrocolombianos arrancados de su hábitat sufrían un crimen de lesa humanidad, así lo aprobó la Conferencia de Durban (2002). Desdichados, menospreciados para después perdonar a las víctimas. Es clave para los pueblos la memoria de la esclavitud y la exclusión para construir el perdón, asumiendo un desafío político, étnico, religioso y filosófico y permite enmendar errores pasados.
El perdón no debe ser un acto simbólico, social, económico, político o cultural. Acudir a la memoria es reconocer los impactos en esa línea, la nueva constitución no se levantara si no se reparan las lesiones infligidas a los afrocolombianos.
Unir la historia política al perdón es pensar en verdad, justicia y reparación. Acudir a la memoria de la esclavitud es reconocer su impacto. No se puede levantar una nación incluyente y pluralista sin pensar en los crímenes de lesa humanidad: barbaries, vejámenes y afrentas a los descendientes de África.
efraldana@yahoo.com
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