Columna


Los choques

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

02 de julio de 2011 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

02 de julio de 2011 12:00 AM

Tal vez sean los calores de julio, la circulación que impone la jungla de huecos, o la necedad de unos “paleteros” improvisados, pero vivimos el más desenfrenado caos vehicular. 
También ha contribuido ese afán de llegar rápido y el prurito de “no dejarse”. Con frecuencia vemos el espectáculo de una discusión entre dos conductores alterados. De esta epidemia no se salvan señoras y personas de “alguna” edad. 
Palabras subidas de tono preceden a desafiantes procederes. Las amenazas con frecuencia desembocan en escandalosa reyerta. No hemos podido menos que pensar en la estúpida dinámica de la violencia que tanto daño  ha causado. Muchos viven crispados, en medio de prisas y temores, produciendo episodios que desdicen de un civilizado proceder. Cuánta falta hace esa serenidad alegre que es capaz de apaciguar incendios y contrariedades de la vida en sociedad.
A menudo los supuestos propietarios de la verdad quieren comerciar con ella, y lo único que consiguen es ensombrecerla al quitarle su encanto. Una verdad impuesta nunca podrá serlo.
La hiperestesia y la neurastenia se han apoderado de nosotros. Quienes teníamos temperamento para manejar las cosas con buen humor, lo hemos perdido.
La espontaneidad y la condición chévere del Caribe se ha contaminado de la pugnacidad y el temperamento artero que caracteriza otros rincones de la patria.
Siempre se ha dicho que para armar un “zambapalo” se necesitan dos, pero resultan muchos más. Es contagiosa una bélica “solidaridad”. Todo el que pasa por el lugar del accidente averigua, incita y sentencia quién tiene la razón. Otros se sienten peritos que  justiprecian los daños: “por lo menos un millón te vale el golpe”. Gentes con tan poca imaginación para ofender que solo lanzan infamantes epítetos a la madre de su contraparte.
Los taxistas hacen causa común, aunque con menos  saña y peligrosidad que los “apacibles” de Bogotá. Los motociclistas la misma cosa. Algunas damas dejan de serlo con un lenguaje procaz y escandaloso. La matonería se impuso en una ciudad hidalga.
“Usted no sabe con quién se está metiendo”, es frase frecuente que no solo insinúa influencia con las autoridades, sino amenazas imposibles.
A quien quiera intervenir para calmar los espíritus, le dicen sapo porque no debe meterse donde no cabe.
Cuando se hacen presentes unos arrogantes personajes que simplemente son “los de la grúa”, se unen los contendores contra ellos. Cada uno impide la confiscación transitoria y el traslado a unos “patios”, que nadie sabe dónde quedan, pero donde se pierden mil vainas. Empeora todo la llegada de un uniformado que anuncia la elaboración de un croquis, que pretende dibujar sobre un papel sucio, en zonas distintas al incidente.
De repente un carro se ausenta. Después el otro. Los curiosos comentan: “La señora tetona que gritaba, no era la esposa de un senador, sino parienta de un concejal”, y el muchacho “alicorado” tiene abultado prontuario. Todo se despejó. Se acabó la bulla.
Cada quien se va a sacar cuentas y a respirar, pero les surge un nuevo conflicto con los deducibles y los reclamos a las aseguradoras, expertas en recurrir a clausulas ilegibles impresas en letra pequeñita. Después a regatear con el latonero...

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS