Columna


Los indignados

JORGE TIRADO NAVARRO

26 de octubre de 2011 12:00 AM

JORGE TIRADO NAVARRO

26 de octubre de 2011 12:00 AM

Este año, el mundo ha sido testigo de las protestas juveniles. En España, los jóvenes se quejan por el desempleo y los precios altos de la vivienda; en Chile, por los costos elevados de la educación superior; en Israel, por la carestía de alimentos y el déficit de techos habitables; en Colombia rechazan el proyecto de reforma a la educación; y en Londres hubo disturbios graves, que algunos atribuyeron a los recortes fiscales decretados por el primer ministro Cameron.
Puede decirse que las protestas son consecuencia de los problemas sociales y económicos que atraviesan las sociedades modernas. Pero también es cierto que la agitación social y el activismo de la juventud no tienen un sustento ideológico definido, ni un respaldo dogmático fuerte. Los reclamos no son fáciles de encasillar en el espectro de las ideas políticas: los jóvenes de izquierda protestan porque los Estados han sido incapaces de garantizar sus derechos y prerrogativas, y los de derecha porque el mercado no les ha provisto de los bienes y servicios que anhelan (educación, viajes, hobbies, etc.). Cada quien valora sus frustraciones según sus propias necesidades.
De ahí que se les llame los Indignados, pues existe certeza de su descontento, pero no son claras las reivindicaciones que reclaman. Tal vez el elemento común que explica las protestas sea la frustración de las expectativas de la clase media. Con el surgimiento de la industria, de las profesiones liberales, el comercio y el debilitamiento de la Monarquía (como consecuencia de las revoluciones liberales) nació el estamento burgués que creyó que el trabajo y el esfuerzo personal lo llevaría a disfrutar de las oportunidades antes reservadas para la nobleza aristocrática. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la tecnificación que trajo consigo la revolución industrial expandió la clase media, aumento sus salarios y le dio acceso a innumerables bienes y servicios.
Tiene sentido, entonces, que sean los sueños truncados de la clase media los que hayan producido tamaña movilización: constituyen una mayoría fuerte en los países desarrollados, que suele inclinarse hacia la consecución de objetivos comunes: educación, salud, vivienda, etc.
Pues bien, la clase media de estos tiempos tiene dudas fundadas de que su trabajo y esfuerzo les proporcionarán el bienestar deseado. Los hijos de esa clase protestan porque sus familias deben endeudarse por varios lustros para pagar sus carreras, y demoran décadas cancelando créditos de vivienda, que muchas veces no consiguen amortizar en su totalidad, frustrándose el sueño de tener una casa propia. Y lo más desolador para los jóvenes es la certidumbre de que siendo estudiados y más preparados que sus antepasados, el mercado laboral los rechaza, en ocasiones por falta de plazas trabajo, y en otras por inexpertos y bisoños en el oficio requerido.
El descontento de los Indignados puede reducirse a un malestar pasajero y efímero causado por los duros recortes fiscales que tuvieron lugar después de la crisis económica de 2008. Si las protestas continúan acéfalas o con liderazgos débiles es poco probable que la inconformidad adquiera expresión ideológica y que los reclamos arrojen algún cambio significativo en el sistema político y económico global.

*Abogado y Filósofo

tiradojorge@hotmail.com

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