Columna


Luz que ilumina la existencia

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

23 de enero de 2011 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

23 de enero de 2011 12:00 AM

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande…;Acreciste la alegría, aumentaste el gozo, se gozan en tu presencia como gozan al segar”**. “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿quién me hará temblar?*Cuando nos encontramos confundidos, desanimados y no sabemos que ruta tomar, en cualquier área de nuestra vida personal, familiar, laboral o social, y nos abrimos a buscar la respuesta en Jesucristo a través de la oración, de la lectura de su Palabra o el consejo de alguien que se deje guiar por su Espíritu, se ilumina nuestra existencia, perdemos el temor y nos inunda la esperanza. Empezamos a experimentar paz interior, gozo, alegría y una libertad que nos ayuda a caminar guiando nuestros pasos en medio de las dificultades.
Cuando estamos sujetos a la enfermedad, al temor a la muerte, a la debilidad del pecado, a las dificultades de la vida y al desaliento, aunque procedan del mal, bajo la luz de Jesucristo, podemos redireccionar todas esas realidades y sacar provecho positivo para nuestras almas y el bien de los demás.
Jesús es la respuesta plena a todas las preguntas que se hace el ser humano sobre sí mismo, sobre la razón de su vida, sobre cómo enfrentar al mal y sobre el destino de su alma. Él es la luz que ilumina la existencia de todos y de cada uno, mientras transitamos por la vida y hacia la gran meta de “habitar en la casa del Señor todos los días de la vida”*.
Las situaciones positivas de la vida también adquieren mayor sentido a la luz de Jesús, porque nos hace más consciente de ellas, nos llena de gratitud, de gozo, de ánimo, de coraje y de amor para que podamos compartirlas e irradiarlas hacia los demás.
Cuando no aceptamos la luz de Jesús sobre nuestras vidas, es como si estuviéramos en una cueva oscura e inhóspita en la que a ratos nos sentimos bien, distraídos, conformes, pero estamos ciegos respecto a todas nuestras posibilidades, vivimos con temores y no sabemos cuál es la salida a la claridad y a la libertad. Su luz, por el contrario, nos ilumina primero para que nos veamos a nosotros mismos en las realidades más intimas y nos vayamos transformando poco a poco, llenos de coraje y entusiasmo, para salir de la cueva en la que nos encierra el egoísmo, abriéndonos al amor y a la felicidad.
En el evangelio de hoy vemos cómo se transforman las vidas de Simón Pedro, Andrés, Juan y Santiago cuando aceptan la invitación de Jesús a seguirlo. Salieron de sus conformismos y comodidades pasajeras y se decidieron a participar activamente en la construcción de un mundo mejor, y, aunque pasaron muchas dificultades y persecuciones, no tenían temor, porque seguían la luz de Jesucristo que guiaba sus pasos e inundaba de gozo y valentía sus corazones.
Nuestra vocación de Cristianos nos invita a abrirnos al amor verdadero y a que trabajemos por un mundo de justicia y de paz en el que, en medio de la libertad, optemos por el servicio, la solidaridad, la entrega de nuestros mejores esfuerzos en nuestro mejoramiento personal, el de los demás y de las situaciones que nos rodean. Dios no nos dejó solos en esta tarea, se puso a nuestro servicio a través de su Hijo y de su Espíritu Santo. Con su luz y su gracia, ilumina todas las realidades de nuestra vida y nos impulsa a trabajar con entusiasmo.
**Is 8, 23b-9, 3: Sal 26, 1.4. 13-14; Mt4, 12-23

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS