Columna


Matrimonio, de realidad a ficción

REDACCIÓN COLOMBIA

26 de junio de 2012 12:00 AM

RICARDO MORALES CANO

26 de junio de 2012 12:00 AM

Las noticias habladas y escritas nos traen una decisión reciente de nuestra Honorable Corte Constitucional a favor de una comprensión extendida del concepto de “matrimonio” para las uniones homosexuales, que por ello permitiría para el “cónyuge” supérstite, acceder a la pensión y a los derechos que tradicionalmente poseen los matrimoniados convencionales.
Mientras se conoce el texto integral del pronunciamiento, estimo pertinente compartir algunas glosas muy puntuales sobre este espinoso y sensible tema.
1º.—El desacuerdo no entraña irrespetar a los integrantes de esa muy especial comunidad, que siendo seres humanos, tienen el derecho de expresarse y de perseguir lo que en sus concepciones, justas o no, estimen procedente. Lo que no pueden es imponernos el silencio a todos los demás, que no compartimos sus propósitos.
2º.—Es un deber moral defender nuestras instituciones. El callar genera espacios perniciosos de complacencia de la mayor gravedad social. El silencio, es claudicar a las convicciones y nunca ha sido la forma de hacer patria.
3º.—Las normas tienen sus límites objetivos. No pueden hacer que lo que por naturaleza es blanco por ficción sea negro. El matrimonio es la unión intemporal de un hombre y una mujer, así está expuesto en todos los textos, en el canon bíblico y en el corazón ancestral de todos desde la eternidad. La ley no puede cambiar esa verdad inmutable, guste o no a los deseos de algunos.
La naturaleza tiene su propia voz inmutable, cual ley de la gravedad. Desde allí se mecen indelebles en el corazón las nociones viscerales de “padre” y “madre” para siempre.
4º.—Que los que quieran unirse por  necesidad, deseos, inclinaciones indomables, o por cualquier causa, con alguien de su mismo género, en la libertad privada de hacerlo, no impongan a los demás, de ningún modo, la ficción que intente modificar lo que por siempre es y ha sido el sagrado vínculo matrimonial.
Es inaceptable, cualquiera sea la razón legal de sus requerimientos. Ya verá la ley que nombre se inventa para estas opciones específicas, ya verán los legisladores qué supuestos normativos generan para alguna legitimación legal de sus sucesiones o pensiones, pero que por Dios, nunca, jamás, se les ocurra llamarlos “matrimonios”, porque no lo son ni lo serán, frente a todos los muchos que habremos de oponernos por simple convicción de principios indeclinables.
Por ello, alcemos la voz con respeto pero sin desmayos, pues no hacerlo equivale a consentirlo.
Dios nos guarde.

ricardoa_morales07@hotmail.com

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