Columna


Me lo buscas

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

01 de diciembre de 2010 12:00 AM

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

01 de diciembre de 2010 12:00 AM

Cuando un pelao pierde el año, también lo pierde la familia. Con la sentencia “No es promovido al grado siguiente” en el informe académico final, el estudiante y sus padres, si es que los tiene, pierden el año y muchas mañanas despertándose a las cinco y treinta, bañándose temprano con agua fría y desayunando rápidamente para poder estar a tiempo en la formación.
Pierden la plata de la matrícula y del Taller, cinco mil barras diariamente en transporte y en merienda, 17 cuadernos y todos los útiles e inútiles escolares, incluyendo una calculadora completa y los materiales para la asignatura de redes y mantenimiento, los dos uniformes de diario, el de educación física, el de talleres, la bata de informática, el del equipo de microfútbol y la pinta para recibir el sacramento de la confirmación.
Pierden el año, los días y las noches viendo a ver si había tareas o no, pagándole a una joven para que ayudara en las tardes a resolver los problemas escolares, entrando a internet y yendo escasamente a la biblioteca, revisando los diecisiete cuadernos y materias, viendo las buenas notas e ignorando las malas calificaciones. Pierde también la familia el año y el cupo y seguramente el estudiante perderá muchos amigos, quizás lo más importante para él, quizás para lo que realmente hoy están sirviendo muchas escuelas, para tener amistades y enemistades.
El hecho de que el pelao haya reprobado el curso, significa que su familia igualmente no ha sido promovida, pero también que la escuela y el sistema educativo también lo han perdido. Mucho más cuando este no es un caso aislado en la institución educativa donde el estudiante estudia, cuando el número de estudiantes que han perdido el año en los colegios públicos ha aumentado en Colombia. Sólo en Bogotá, por ejemplo, 330 mil estudiantes de básica primaria y secundaria podrían perder el año, del millón que estudia en escuelas oficiales, según información difundida en medios de comunicación por la Secretaría de educación de la capital a comienzos de noviembre.
No sé, y me gustaría saber, cuáles son las tasas de repitencia y de reprobación en Cartagena en el año 2010, cómo le fue al sector educativo local en la puesta en marcha del decreto 1290 que a comienzos de este año reemplazó la norma de evaluación 230 que rigió durante siete años en los colegios del país.
El sistema educativo también pierde el año porque sus procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación están fallando, porque no está cumpliendo con la única tarea que tiene: promover a los pelaos. Están perdiendo el año también los colegios con sistemas de enseñanza y aprendizaje obsoletos, viendo casi 20 asignaturas en salones de clase repletos donde los docentes no saben quién es quién. Y con un nuevo sistema de evaluación que no solo está rajando a los estudiantes sino que también a los colegios.
Cuando un pelao pierde el año, también lo pierde la familia, el colegio y el Estado debido a toda la inversión que éste hace por cada alumno. Quizás por esto, porque cuando se pierde el año no sólo lo pierde el estudiante, un primo mío, cuando su mamá le dijo que había perdido el año, le contestó: “Me lo buscas”.

*Lingüista, literato y comunicador para el desarrollo.

puntos_de_encuentro@hotmail.com
 

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