Columna


Mejor suerte para Bolívar

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

26 de octubre de 2010 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

26 de octubre de 2010 12:00 AM

Todos supimos que un gobernador reciente tendió un manto de dudas en Bolívar. De allí que el 24 de octubre pasado, el Departamento eligió para buscar “una mejor suerte” para este territorio. Esperemos que así sea, pues todos sabemos que cada “elección atípica” genera costos enormes a la nación. Según nuestro periódico local del 10 de octubre de 2010, más de 25.000 hectáreas se inundaron. Los cultivos de arroz, maíz, yuca, plátano, patilla y frijol son los más golpeados. También se perjudicó la ganadería y miles de reses fueron llevadas a otros departamentos. El gobierno de Jorge Mendoza Diago adelantó una campaña nacional para apoyar a los damnificados, pero a los cartageneros nos hace falta un sentido de pertenencia mayor hacia el Departamento. En alguna ocasión, en ceremonia solemne que conmemoraba la creación del Bolívar Grande de aquellos años, yo escribía algo que demostraba el privilegio de ser bolivarense: “Bolívar, tierra del sol, bañada por el misterioso Mar Caribe, regada por los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge, fue creado en 1886, y según cuentan algunos geógrafos e historiadores, tiene la silueta de un tiburón que pende del Mar de las Antillas…;” Bolívar ha sido, esencialmente, un pueblo Caribe. Lo habitaron en distintos momentos los Calamares y Turbacos, los Pacabuyes y Guamocos, que hoy son sólo una leyenda. Su litoral, tantas veces recorrido, recuerda los nombres de Bastidas, Cristóbal de Guerra, Juan de la Cosa, Alonso de Ojeda y Pedro de Heredia. Los indígenas fueron sustituidos por los negros, que nos trajeron su música desde el África. Y, con su rebeldía, nos dieron los primeros ejemplos de libertad en los antiguos palenques. El más conocido, el de San Basilio, donde aún resuena el tambor, brilla el sudor del pilón, y la transparencia del arroyo…; “Bolívar”, sonora evocación al Libertador, a llanuras ondulantes, a archipiélagos chispeantes, a ramificaciones extensas de la Cordillera Occidental…; a 46 municipios únicos y sorprendentes que van desde Magangué, hasta Galerazamba, el pueblo de la sal y de las olas, donde brilla el agua como una tela extensa de lamé. Desde allí, la carretera nos conduce a Santa Catalina, Clemencia, Santa Rosa, Villanueva y Soplaviento, donde la ciénaga Quintanilla nos recuerda el sonido del mar. Al llegar a San Estanislao, una canoa nos lleva por el Canal del Dique a los campos fértiles de Mahates, tierra alegre con atuendo de carnaval. Seguimos andando y encontramos la tierra de la hamaca grande y de las artesanías más laboriosas: San Jacinto. Al descender un poco hacia el sur, encontramos a El Carmen de Bolívar, a Mompox, tierra de Dios, villa colonial, cargada de una orfebrería deslumbrante. De las 25 mil hectáreas inundadas, 11 mil se dedican a cultivos agrícolas y 14 mil a pastos. Enrique Núñez, Secretario de Agricultura, recordó a los gobiernos municipales la obligación de reportar la situación en los formatos oficiales para obtener ayuda del Ministerio del ramo, Bolívar, cuna de grandes hombres y mujeres, merece mejor suerte. Merece que todos los que vivimos en su territorio, lo sintamos como nuestro. Merece nuestra atención cuando se inunda, cuando la violencia lo arrasa, pero también, cuando suena el tambor en cada octubre, por allá en la tierra sagrada del pilón. *Directora Unicarta. saramarcelabozzi@hotmail.com

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