Columna


Mitología y folclor

DARÍO MORÓN DÍAZ

04 de agosto de 2012 12:00 AM

DARÍO MORÓN DÍAZ

04 de agosto de 2012 12:00 AM

como ejemplo de conducta necrófila señaló  el grito del militar falangista Millán Astray: “¡Viva la muerte!”, en la Universidad de Salamanca ante su ocasional contradictor, el humanista rector Don Miguel de Unamuno(1). En la mitología griega, Eros representa la tendencia a la conservación de la vida, al amor; por el contrario, Tánatos es la tendencia a la muerte y a la autodestrucción.
El médico neurólogo Diego Roselli acude a Eros y Tánatos en su recorrido por la música popular colombiana. Este médico trashumante, ha cruzado Colombia en su Land Rover por pueblos, villorrios y ciudades, desde la alta Guajira hasta los confines de los Andes. En ese periplo buscó en los ritmos populares el amor y la muerte y encontró en los versos a la muerte y a la mujer, heroínas que a la manera de Dulcinea, idealizada del Quijote, cohabitaban en el ambiente de los prostíbulos.  
En la canción “La muerte de Abel Antonio”, Roselli mostró como esa burlesca caricatura confunde a Tánatos porque no hubo muerte. También relató pasajes de los compositores suicidas o muertos prematuramente. Guillermo Buitrago, autor de “La Víspera de año nuevo”, murió a los 29 años en Ciénaga, Magdalena. Roselli halló su tumba en el pueblo de la masacre de las bananeras. Del prolífico autor de la Piragua, José Barros, reveló una anécdota ocurrida en Palmira Valle durante un homenaje por su canción "Palmira señorial”. Barros, sin discreción, reveló que la canción era para un lugar de sus aventuras cerca de la Costa Caribe también llamado Palmira. Los palmiranos que le pagaron para viajar en avión, se sintieron frustrados. Además, llegó a Palmira por carretera. En Buenos Aires, Roselli encontró un tango de Barros en las tiendas de discos.
Mencionó también la historia de "la Pollera colorá", de Wilson Choperena, y de muchos de los juglares de la Costa, todo acompañado de los ritmos y versos alusivos a las canciones. Habló de Jorge Villamil, con su paisaje huilense y sus canciones emblemáticas. Después, rodó hasta la gélida Bogotá y allí refirió con su estilo visual y musical el caso anecdótico de “la Gata golosa”, un pasillo de Fulgencio García tan anclado en la cultura bogotana, que nació del nombre de un restaurante: La “Gaite gauloise”, “alegría gala” que paso ser la "Gata golosa", un sitio no recomendable. Sn embargo, Roselli confirmó que esa composición siempre la bailaban en las sesiones solemnes de los colegios de monjas en Bogotá.
También relató los versos de amor a la mujer de Porfirio Barba Jacob o Miguel Angel Osorio, de conocida tendencia homosexual. En  Barranquilla cambió su nombre por el de Ricardo Arenales. Él le dedicó un poema a una prostituta que más tarde murió asesinada, el poeta contribuyó a los gastos del sepelio. Cree Roselli que esa prostituta de apellido Barba Jacob fue su amante. Más tarde  viajó a Guatemala y cambió nuevamente su nombre por el de Porfirio y le agregó el Barba Jacob de la prostituta…;
(1)Fromm E.-El corazón del hombre.

*Exdirector de El Universal. Académico de Medicina e  Historia.

dmorond@gmail.com

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