Columna


Mucho y más visible

NADIA CELIS SALGADO

18 de mayo de 2011 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

18 de mayo de 2011 12:00 AM

Algo está pasando. Corre el rumor de que unos atrevidos irrespetaron a los héroes patrios poniéndoles pelucas afro. No será la primera vez que se acuse a la juventud de irrespeto, por su irreverencia. Yo prefiero acusarlos de crear para activar la imaginación y la reflexión, de revisar la historia y renovar la memoria. Lo cierto es que sobrará de qué acusarlos esta semana, porque hay mucho más para mostrar durante el Festival Mucho más mayo.
Hay bailarines agazapados entre la gente y contagiando de ritmo a los transeúntes, hay graffiteros reviviendo un callejón muerto, hay raperos y breakdancers haciendo temblar el piso de plazas y bibliotecas. Hay poetas leyendo versos en los parques y en los buses, hay muchachas de barrio retratándose como damas antiguas, hay estudiantes discutiendo la ciudad que somos y la que seremos. Hay también en la Proclamación, en el Castillo San Felipe y ante el Reloj, propuestas de danza contemporánea que exploran, como las pelucas de Nelson Fory, nuestra “Historia negra, caballero.” Hay, además, conferencias y movilizaciones en defensa de nuestra diversidad. Hay teatro todos los días, mucha música, y más. Todo gratis, desplegado a lo largo de la ciudad.
¿Cuál es el propósito? En principio que la ciudad se entere, sin lugar a equívocos, de que la juventud cartagenera se mueve; que participa desde sus barrios, instituciones educativas y universidades, con expresiones que van desde grupos musicales y movimientos de danza urbana hasta intervenciones plásticas. Que se sepa que las suyas son creaciones de alta calidad estética y contenido crítico, que no tienen que casarse con una ideología para pensar, revisar y proponer, para ser—en el sentido estricto y revolucionario de la palabra—políticas.
Los artistas, colectivos y organizaciones participantes han trabajado conjunta y voluntariamente por meses para que otros jóvenes aprecien esas expresiones artísticas, y para que todos los y las cartageneras las disfrutemos. El fin último es practicar y promover el sentido de pertenencia a la ciudad.
Su estrategia es apropiarse creativamente del espacio público. Por eso los espectáculos son en calles y plazas. Por eso, y en favor de la libertad expresiva de nuestro patrimonio vivo—la juventud, sean bienvenidas las pelucas, los embalajes y todas las intervenciones de los monumentos que darán de qué hablar esta semana. Con ellas, los artistas están dando una batalla que todos deberíamos asumir: la disputa por el significado, la propiedad y la identidad de esta ciudad. Es su manera de decirnos: aquí estamos, de aquí somos y aquí nos quedamos; en nuestras manos está imaginar y hacer de esta ciudad el escenario de mejores realidades para todos.
Todo esto implica, por supuesto, revisar nuestra memoria y sus símbolos. A los que veneran la historia en la belleza de los edificios, a quienes sólo les interesa cuidar y devengar del patrimonio de piedra, se les olvida, o quieren hacernos olvidar, que paredes y monumentos albergan una memoria de dolor y sangre, de saqueo y violaciones, de exclusiones y desigualdades terribles que siguen materializándose hoy en pobreza y discriminación. Es ese el patrimonio que los jóvenes artistas se niegan a respetar.
Muchas son las heridas en nuestra historia que todavía hay que avivar, para que sanen.

*Profesora e investigadora

nadia.celis@gmail.com

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