Columna


Muertes y razones

MARTHA AMOR OLAYA

02 de agosto de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

02 de agosto de 2011 12:00 AM

Han sido días muy convulsionados. El partido Verde, acaba con la esperanza de los soñadores y da gloria a una gran vergüenza. El 20 de julio sin ningún pudor y remordimiento, Lucho Garzón, jefe del partido “ideal” alzaba bandera con la “Unidad Nacional”, ya Peñalosa había caído, los egos bien disimulados y amordazados con girasoles no se contuvieron a las tentaciones del poder, y el disfraz cayó más temprano que tarde. Muere el Verde.
Un manto de dudas se teje sobre el asesinato de Facundo Cabral. Fuentes oficiales dijeron: “víctima inocente de la guerra entre mafias”. Que Guatemala tenga una tasa de homicidios seis veces por encima de la media mundial, es una coartada perfecta. Cabral seguía denunciando en sus conciertos y fue la única víctima de un atentado que dejó a su objetivo protegido en un hospital. No sé, nos quedan sus canciones. Muere una voz.
En México no paran las masacres, la sangre corre por igual sobre desiertos o ríos, en centros y periferia. Sus primeras planas están en rojo y no se rompen con lágrimas ni protestas, tampoco las colorea el presidente, ni alguna autoridad consciente. Muere la autoridad.
Quizás estemos acostumbrados a enterrar muertos a tiros, pero no en Noruega. Por eso la noticia consternó al mundo. En aquel remanso de paz que tiene los mejores índices de bienestar y desarrollo, un joven de 32 años, encontró razones para matar a 76 personas. Mil quinientas páginas le han sido suficientes para explicarlo, pero no bastan para entenderlo. A él no le importa la condena, como tampoco a nuestros jóvenes sicarios entrenados para que no levanten sospechas en una sala de espera de una estética en Bocagrande. Muere la tranquilidad.
Murió Amy Winehouse diva del Soul y aunque no hayan establecido la causa, su salud estaba afectada por los excesos del alcohol y las drogas, así como nuestro querido Joe, que murió tres días después de la cantante británica y enlutó a todos a quienes amamos su música, carisma y talento. Mueren batallas.
En Colombia sigue la lluvia de denuncias, detenciones, medidas de aseguramiento o pliego de cargos a funcionarios del anterior gobierno. Andrés Felipe Arias está preso y aunque nunca ha sido santo de mi devoción, a simple vista parecieran faltar razones y sobrar especulaciones en su caso. ¿Justicia ciega o justicia política? Por lo pronto, muerte política para el ex-ministro.
A casa llegarán invitaciones de boda de nuestros amigos homosexuales, porque sus deseos se impusieron por encima del de las mayorías aunque nos creamos en una democracia. No se trata de una discusión que nos divida más, sino de analizar las consecuencias naturales que implica la transformación de valores sociales y medir con madurez cuan preparados estamos como sociedad para tales cambios en su estructura base. Sin reflexión, muere la razón.
Pareciera que un par de semanas bastara para cambiar el rumbo del destino. Pero es una mera sensación, pues la mayoría de las cosas que acontecen no son un simple accidente, sino cadenas de consecuencias de acciones puntuales que dirigen o transforman la historia de una persona, familia o país. Unos lo deciden, mientras otros sólo somos espectadores o víctimas de la fatalidad. No dejemos morir los ideales.

*Comunicadora social, directora de UDC Radio

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