Columna


“Mujer barata”

GUSTAVO MONTES FERNÁNDEZ

17 de julio de 2012 12:00 AM

GUSTAVO MONTES FERNÁNDEZ

17 de julio de 2012 12:00 AM

El maltrato del pueblo colombiano, caribeño, bolivarense, sucreño, cordobés, etc. viene de nosotros mismos. Aquí suceden cosas no precisamente maravillosas y por los siglos de los siglos no pasa nada. Corren ríos, mares, océanos de tinta; todo sigue igual.
Padres que hacen grandes sacrificios para educar a sus hijos incluso a nivel profesional, se ven obligados, con el rabo entre las piernas, a verlos más de una vez de mototaxistas. No contando las infinidades que hacen filas sin resultados, persiguiendo a los políticos, diciéndoles con reverencia, señor alcalde, gobernador, representante, senador y estos a sus incómodas visitas tras el ideal de solicitar una oportunidad, los llaman lagartos, sapos, intensos y mil descalificativos. Es parte de la realidad nacional, como el himno.
Muchos, muchísimos llegan a los cargos públicos con el ojo que les brilla, no viendo una oportunidad de servicio a las comunidades sino la lotería del enriquecimiento fácil,  atropellando al mundo. Mientras,  los estadistas y doctos se sientan a manteles a componer la vida en placenteros escenarios.
Colombia y Guatemala son los peores en distribución del ingreso en Latinoamérica. La desigualdad está arcaicamente bien delimitada, siendo que en las sociedades avanzadas estas barreras no existen.
Nuestros indígenas han sido totalmente desplazados, unos los consideran escorias, desconociendo que los propios de esta tierra son ellos. En el departamento de Sucre el 100% de la población indígena vive en miseria según el DANE. ¿Entonces a qué Estado estamos jugando? Nos deleita dar limosna para sacar pecho bondadoso, pero los dirigentes que “sabiamente” elegimos, ¿qué hacen para  jalonar la equidad social? ¡Nada! Hasta los acolitamos. Somos capaces de prestar un mantel al vecino si cualquier senador visita nuestra casa -el que tengamos nos parece poca cosa- aun a sabiendas de que el invitado no es ejemplo de pulcritud. Sin embargo hacemos la venia, al tiempo que el humilde luchador del pan de cada día, si acaso ingresa por donde se saca la basura. Esa inversión de valores nos acabó en Colombia.
Los de la responsabilidad del país no leen lo que firman si no es un asunto de interés privado. Se burlan de nosotros de principio a fin. No les pasa nada. Luego nos corresponde decirles Don (De Origen Noble). Los que gritan ante tanta inequidad de una u otra forma son segregados. Entre tanto en Estados Unidos, un congresista se descamisa en su web y renuncia.
Asesinan a diestra y siniestra, sin embargo la cabeza del país dice: “me ha faltado meterme más en la seguridad de cada región”. No pasa nada. ¿Quién le recupera a la madre, el hijo acribillado que cayó por el descuido del gobernante, que pintorescamente reconoce su irresponsabilidad?
Los vulnerables seguirán oyendo crudamente decir a los poderosos que en muchos sitios de Colombia se consigue “Mujer Barata”, casi que predestinadas desde su nacimiento por falta de oportunidades a continuar soportando la violencia que viene desde el “curubito” del poder. Son tan discriminatorios los tratos, que existen barrios conocidos en el ámbito popular como “Chucha Barata”, lo cual resume la problemática social estremecedora, que jamás será vulgaridad.
Esperamos que alguien de valores, conciencia y compromiso con Colombia llegue al poder a trabajar de verdad por la ¡equidad, equidad, equidad!
Si pudiera, preguntaría a George Santayana, ¿por qué si conocemos la historia la repetimos tantas veces?

*Médico y analista político

gusmonfe@hotmail.com

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