Columna


Mujeres

ÓSCAR COLLAZOS

21 de mayo de 2011 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

21 de mayo de 2011 12:00 AM

El abanico de las aspirantes a la alcaldía de Cartagena ha dejado ver entre sus pliegues los nombres de cuatro mujeres. Una ha sido profesional de la política; dos han tenido asiento en el mundo empresarial y una cuarta ha estado puestiando durante muchos años y ahora no pide que la nombren sino que la elijan.
Una es muy hábil en el manejo del clientelismo y las componendas políticas. Conoce los intrincados caminos que llevan a la conquista del voto popular y es, quizá, una de las mujeres que mejor sabe de repartir a pedacitos la tajada del pastel público. Y aunque esto no baste, es probablemente quien, para nuestro infortunio, mejor conoce la ciudad.
Al lado de esta profesional de la política las restantes tienen una desventaja: no las conoce casi nadie, al menos en la ciudad donde el voto se compra o se conquista siguiendo una cadena de intermediarios que serán recompensados con plata, puestos o contratos.
Las tres restantes andan buscando el favor de los partidos de la coalición gobiernista, del mundo empresarial y de dos o tres todopoderosos que todavía controlan un importante capital electoral. A medida que las encuestas muestren intenciones de voto y se empiecen a definir las alianzas, dos de estas candidatas tirarán la toalla y una tercera negociará con la más fuerte.
Los coprotagonistas de fondo van a ser el Partido de la U, Cambio Radical, el Partido Conservador y el PIN, además de un Partido Liberal que parece asistir, gracias a Santos, a la recomposición de sus partes, heridas mortalmente por 8 años de uribismo. Sabemos que ya no se puede hablar de propuesta de partido. Ahora se trata es de poner a los partidos al servicio de una persona, sin que la persona se identifique con las doctrinas de esos partidos. 
El apoyo de los partidos no depende de una propuesta de gobierno ni de un proyecto de cambio. Depende de algo más sencillo y turbio: de la garantía que candidato o candidata ofrezcan para comer en el pastel burocrático. A nuestros partidos ya no los sostienen las ideas ni los programas sino el pragmatismo de gobernar y administrar.
En un escenario como éste tiene las de ganar la persona más experimentada y marrullera. ¿Qué puede detener el funcionamiento de una maquinaria electoral sin escrúpulos, que se mueve indistintamente en los sectores populares y en las esferas empresariales?
“La Mamá Grande del Consejo Distrital”, me dijo un contertulio. Se refería a una de las candidaturas. ¿Más de lo mismo?, le pregunté. ¿Quiénes quedan? Una perteneció al gabinete distrital de Curi; otra al gabinete ministerial de Uribe; las dos tuvieron exitosas actuaciones en los gremios. Menos una, precisó mi amigo. Menos la que mientras fungía de presidenta del CNE, parecía estarle “chupando rueda” al presidente cartagenero del Senado.
Desconfío de la gritería populista, masculina o femenina. Para gobernar a una ciudad se necesita algo más que la agitación de masas, más que la indudable popularidad de una voz o un rostro mediático. Desconfío de la gritería populista y del clientelismo voraz que devolvería la ciudad al lugar donde la dejó Nicolás Curi. ¿Quién, entonces?

*Escritor

salypicante@gmail.com
 

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