Columna


Nada cambió

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

09 de diciembre de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

09 de diciembre de 2011 12:00 AM

Luego de esperar durante 135 días, ya se puede transitar por las calles del Centro. No obstante, el caos y la inseguridad prevalecen. Las carretas siguen ocupando las vías y los motociclistas ruedan dentro de las zonas que, según el proyecto de reconstrucción, se desti-naron para los peatones. Se previó que esto ocurriría y alertamos. Sin embargo, ninguna autoridad lo creyó. Todavía no controlan los abusos, no sé si por desidia o por temer que los operativos se conviertan en pretexto para que reaparezcan los desórdenes y la zozobra que percibimos después de las elecciones.
Sin que pretenda establecer el motivo que origina la pasividad que se denuncia, insisto en la urgencia de reorganizar el tráfico. Como los andenes desaparecieron de los alrededores del parque Santander (no hay diferencia de nivel entre ese lugar y las vías), debería empe-zarse por advertirle a transeúntes y conducto-res cual es el espacio que le corresponde a ca-da uno, porque aquí, todos lo sabemos, quie-nes caminan suelen hacerlo por la calle y quienes conducen automotores utilizan las aceras para acelerar sus desplazamientos o aparcar, de manera que la cuneta que hoy los separa, oso vaticinarlo, no se respetará como límite.
Evitar que esta predicción se materialice implica instruir a la comunidad e instarla a usar la calle y las zonas peatonales como co-rresponde. Pero esta labor no se puede enco-mendar solo a los agentes de tránsito o a los mimos. Las autoridades de mayor rango tie-nen que participar, no sólo a través de las ra-diodifusoras o la televisión local, sino pre-sentándose en el sitio para arengar, de modo que la pedagogía que se intente se recuerde y asimile como el esfuerzo que hizo un funcio-nario que sí se empeñó en transformar la convivencia en la ciudad.
De no ocurrir así entonces se reafirmará la impresión de que a pesar del artificio que se creó para simular la mejoría de la estética del sector, las obras pocos beneficios reportarán. El sacrificio al que nos sometieron mientras se ejecutaban ni siquiera se compensará con la reducción del desorden del tráfico, aparte de que las plazas para estacionar se disminuye-ron por efecto de angostar y cerrar las vías, lo cual, como señalé en otro texto, se convierte en un obstáculo para la movilidad, pues aquí no contamos con vías amplias, ni con los su-ficientes lugares para guardar los autos.
A lo anterior se añade que los vendedores de comidas y de baratijas se apropiaron de la plazoleta en donde se le irguió la estatua de Antonio de la Torre y Miranda y de los an-denes de las calles adyacentes, no sólo incre-mentando el desorden en el entorno, sino reafirmando el desinterés por cuidar los bie-nes públicos, cuyo aprovechamiento corres-ponde al conglomerado, teniendo en la esté-tica uno de sus componentes, que se aprecia cuando a los espacios se les da el uso que se concibió en el diseño y se distorsiona cuando, como ocurre aquí, se convierten en plaza de mercado.
No se trata de impedir el derecho de de-sempleados para vender en los andenes o transportar en motocicletas para lograr su subsistencia, sino de que se adopten las me-didas que permitan erradicar la informalidad y ordenar una ciudad en la que ni el trans-porte público funciona, a pesar de haber sido el principal compromiso del alcalde que pronto dejará de serlo.

*Abogado y profesor universitario

noelatierra@hotmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS