Columna


Nada de voto en blanco

AP

27 de octubre de 2011 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

27 de octubre de 2011 12:00 AM

En uso de mi libertad y derecho inalienable al sufragio, voy a ejercer el domingo 30 de octubre y con independencia y responsabilidad cívica, tal derecho. Y lo consumaré sin interferencias votando por los candidatos de mis preferencias para las corporaciones y jurisdicciones territoriales que las leyes determinan y la democracia ha instituido para tal fin.
Y será un voto real, de carne y hueso; refrendado en el padrón de la respectiva mesa. Nada de voto en blanco, cuyo ejercicio de ninguna manera contribuye a expresar la voluntad eficaz del elector por una opción política y de gobierno para su conglomerado humano y geográfico.
Porque el voto en blanco, más que una expresión de autonomía política del ciudadano que a él recurre, configura una excusa para apartarse de la responsabilidad de elegir, o evitar elegir, a quienes se proponen, o son propuestos, por sus partidos y organizaciones políticas como gobernantes y legisladores.
A nada, distinto de jugarle en falso a una alternativa que conlleve el alumbramiento y operatividad de nuevos modelos de gestión administrativa en municipios y departamentos, conduce el voto en blanco que para estas elecciones regionales se promueve con un afán que da para pensar que, más allá de una convicción ideológica suficiente, cuanto lo anima es un interés de naturaleza menos altruista y mas utilitaria vía reposición en pesos por voto en blanco contabilizado.
En tanto el domingo 30 quedará despejado del todo el panorama electoral, cuanto desde ya se avizora es el retorno del Liberalismo a los gobiernos locales y regionales y el restablecimiento de sus mayorías en asambleas departamentales y concejos municipales, tendencia que predominará en la Costa Caribe por cuanto fue en esta región en la cual el Liberalismo logró mantener sus mayorías y elegir gobernadores y alcaldes a contrapelo del unanimismo uribista durante el cual cesaron los partidos y se “consolidó” la U.
Por tal, igual que me declaro ganador con los liberales Julio César Guerra Tulena y Eduardo Gómez Merlano para la Gobernación de Sucre y la Alcaldía de Corozal respectivamente, no es menos cierto que me acomete el mismo sentimiento con liberales como José Segebre, Atlántico; Juan Carlos Gossaín, en Bolívar; y Carlos Caicedo Omar, en Santa Marta.
Y, aunque provengan de filiación partidaria distinta de la liberal, me regocija el triunfo de Gustavo Petro en Bogotá, Sergio Fajardo en Antioquia, y Campo Elías, en Cartagena, a quien ahora se le exigen competencias e idoneidades que a otros se les avalaron con la patente de la permisividad absoluta y sin embargo a la hora de administrar y gobernar resultaron horros de unas y otras.
Y hasta procesados por sucumbir a la incompetencia e incontinencia moral y ética con sus funciones y con los presupuestos y recursos públicos puestos bajo su guarda, administración y transparente ejecución.
A Cartagena, que no ha corrido con la fortuna de acertar en la elección de sus alcaldes, mejor le valdría jugarse sus restos por quien desde el inicio de la contienda marcó en punta y nunca pudieron armarle un contendor que lo atajara.
Si Campo Elías resulta igual que los que ya fueron, quiere decir que con el aval de los cartageneros se perdieron para Cartagena otros cuatro años, más cien del siglo XX.

*Poeta

elversionista@yahoo.es

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