Columna


Negreada o blanqueada

MARTHA AMOR OLAYA

05 de febrero de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

05 de febrero de 2011 12:00 AM

Sin embargo por no ser negra de “verdad, verdad” no puedo participar en igualdad de condiciones a convocatorias dirigidas a afrodescendientes.
Por segundo año consecutivo apliqué para una de las dos becas de Maestría en Desarrollo y Cultura que ofrece el IPCC, por aquello de que el que persevera, alcanza. La convocatoria estaba dirigida a gestores culturales de estratos 1, 2 y 3, preferiblemente mujeres y/o afrodescendientes. Creí que cumplía el perfil, pero el año pasado quedé detrás de todos los de piel negra, lo que me hizo pensar que quienes no cumplíamos esa característica estábamos en desventaja. Al averiguar por aquello me dijeron que no era así, que podía presentarme nuevamente, no sin antes pagar otra vez la inscripción de más de $100.000.
Así lo hice, pero luego de la entrevista, me dijeron que aunque era una candidata excelente, con una muy buena calificación, estaba en desventaja frente a los “negros”.
En el listado de admitidos figuré de segunda entre los aspirantes a las becas, pero se las dieron al primer y tercer lugar, quienes coincidencialmente tienen la tez negra, y pese a que las mujeres teníamos prelación (discriminación con la que tampoco estoy de acuerdo), un hombre ocupó el primer lugar, es decir que en su caso primó la evaluación académica, como debe ser.
Más allá de la decepción personal, me sentí discriminada. He perdido identidad, porque no sé a qué grupo pertenezco. Siempre reconocí en mis costumbres y rasgos, al indio, al negro y al blanco, tanto en lo cultural como en lo físico, pero ahora soy excluida.  Para las tres razas se han creado cargos, cuotas, cupos, becas y beneficios a los que en mi condición de mestiza no podré acceder.
Como deportista recorrí rincones de esta tierra y un grupo de negros, blancos, indios y mestizos, representábamos al país en el exterior, siendo así la cara y el color de Colombia. En mi vida, me han llamado negra, bembona, negra tenías que ser, mulata, morena, prieta, negra mohína, etc. Al bailar champeta dijeron que tenía alma de negra; como arroz con coco; me he trenzado el cabello por gusto y la matrona de mi casa tiene el pelo rucho y la nariz de patacón; pero no soy afrocolombiana de acuerdo a la norma.
La Constitución del 91 reconoció la “igualdad” desde la “diferencia” (algo que a simple vista parece contradictorio). El término igualdad referido a una forma de justicia social en la que todas las personas tienen los mismos derechos políticos, civiles y las mismas posibilidades de acceder al bienestar social, es entendido por los “diferentes” como discriminación positiva, por lo cual, hoy gozan de “derechos especiales”.
En esa “igualdad” he sido excluida, porque no tengo los mismos derechos de ellos, ni de otros. Los morenos hemos sido negreados muchas veces, pero ahora nos blanquearon. En esta dicotomía, la pregunta no sobra. ¿Qué identidad tenemos? En aras de reivindicar a las minorías, un sector grueso de la población está en el limbo. Al respecto algo tendremos que hacer. Ojalá comencemos por devolverle su significado a la palabra "igualdad".

*Directora UdeC radio

martha_amor@yahoo.com
 

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