Columna


No enterremos el futuro

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

20 de febrero de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

20 de febrero de 2011 12:00 AM

Era apenas natural que con el despegue de la campaña para las próximas elecciones de octubre comenzara, de igual manera, la preocupación por saber qué pasará con nuestra Alcaldía Distrital. En materia electoral, entre nosotros, una cosa es la teoría y otra la práctica, una cosa dicen la Constitución y las leyes y otra sucede con la movilización de los núcleos de población que no votan por el mejor programa ni por el mejor candidato, sino por el que más paga en el abasto de la “voluntad popular”.
Ya nos resignamos a eso, y no hay manera de evitarlo desde el día en que la clase política y sus intermediarios financieros, los contratistas, perfeccionaron la práctica de remar dentro de la misma canoa. Sin embargo, ocasiones ha habido en que la opinión se impuso a la contratación, la de los apoyos y las contraprestaciones. O sea, más en la línea del voto consciente de las grandes ciudades, en las que inclusive las clases populares, o parte de ellas, se resisten a enajenar su derecho a elegir bien.
Aquí mismo, en Cartagena, hemos tenido casos de excepción. Pero lo que más intranquilidad crea es que los problemas del Distrito son cada día más complejos, pues la ciudad crece y no propiamente dentro de un orden que permita una vida urbana normal, con dificultades obvias y superables en sus vías, su transporte, su espacio público, sus sitios de recreación, sus escuelas, sus colegios, sus organismos de salud y su seguridad.
La oferta de posibilidades es amplia. Pasan de diez los aspirantes, y los hay de condiciones variadas: para escoger bien, regular y mal. ¿Qué porcentaje de votos limpios de un candidato óptimo podría tumbar los votos sucios de otro malo? Todo depende de qué tan eficaz sea su organización y fuertes sus avales políticos. De haber una alianza entre Juan José García y Javier Cáceres, verbigracia, no será fácil para un candidato o candidata de firmas, sin otro pacto político de peso similar, derrotarlos.
Cuando se decante el proceso, en dos o tres meses, se despejará la incógnita.
A los reyes se les exigía nacimiento. A los gobernantes se les exige calidad. No sobra aconsejarle a una comunidad que tenga esto en la mollera al momento de escoger su líder, aunque sepamos que la política no tiene rubor. Y Cartagena está en un punto de su desarrollo en que el pueblo debe pensar más en el bien que hace la prosperidad que en el mal que haga la política, la de baja laya, la que concentra a los dirigentes por los intereses y no la que pudiera congregarlos por las ideas.
Donde la ciudadanía dota de legitimidad a un poder autónomo con medios coercitivos para que un alcalde la dirija, el mandato que confiere es de su exclusiva responsabilidad. Hay que despejar la incógnita eligiendo un alcalde imaginativo, creativo, que planifique, construya y transforme, no que, en una feria de tratantes, monte carruseles que se traguen nuestros impuestos y contribuciones. No es nuestro tiempo palenque para embusteros, sino para emprendedores.
Ojo, pueblo. Los aspirantes están en la etapa de flexibilidad del espinazo con los votantes, unos con la dialéctica de la convicción y otros con la de la plata. Se notan ya los foros de discusión y las tulas repletas. Sería inconcebible cargar las pilas hacia el lugar equivocado. No enterremos el futuro.

*Columnista

carvibus@yahoo.es
 

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