Columna


No es momento de hablar

MIGUEL YANCES PEÑA

27 de septiembre de 2010 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

27 de septiembre de 2010 12:00 AM

No creo que haya en Colombia una sola persona que piense que es posible tomarse el poder político por las armas. Los mismos guerrilleros lo saben. Y en el hipotético caso que así fuera, tendrían que poner de su lado, o neutralizar por completo –tarea imposible- al Ejército, la Policía y a las fuerzas aérea y naval colombianas, con toda la tecnología y el know how que hoy poseen. Ese razonamiento es el que permite concluir que su accionar no responde a la intención real de llegar al poder; cuando más, servirle de respaldo a algún partido político que lo lograra por la vía democrática -es decir engañando a los electores- y diera el giro cuando tuviera el control de las FF.AA. Este escenario es el más probable (ha sucedido en otros países) y si llegara a darse en Colombia, ¿para que la guerrilla? Lo anterior nos conduce a afirmar que los cabecillas de estos movimientos convirtieron la lucha armada en su forma de vida, e involucraron a otros que no tienen más forma de ganársela. Las AUC se acogieron a un proceso de paz sin indulto, prebendas personales ni políticas; y quienes creyeron que estas serían capaces de derrotar a la guerrilla, están siendo encarcelados. ¿Por qué los guerrilleros no se acogen a la ley que permitió desmovilizar a las AUC? ¿Sería justo otorgarle a la guerrilla beneficios que no tuvieron los “paras”: dinero y libertad, entre otros? Pienso que no. Si se llegase a dar el caso, dichos beneficios adicionales tendrían que ser extendidos a los que se acogieron a ella y hoy pagan condena; incluidos los políticos que fueron condenados por simples simpatías. Todos en la cama o todos en suelo, podríamos decir. No es el momento de hablar de negociación. La muerte de Jojoy y otros miembros del secretariado de las FARC, por ejemplo, nos acercan más a una victoria, y a ellos a una entrega incondicional. Y si se diera lo que exige Piedad Córdoba, sus beneficios deberían ser extensivos a los que negociaron la paz en el pasado, lo cual sería imposible, pues muchos están en los EE.UU. pagando condena. Lo justo debería ser que los guerrilleros se acogieran a la ley y se les hiciera pagar por el daño que le han hecho al país, o que se les derrotara; y se revisaran, con la ley en mano, los beneficios otorgados a otros movimientos armados en el pasado. No puede seguir sucediendo que a quienes defienden el sistema, dentro o fuera de la ley, se les condene; y a quienes se arman para destruirlo se les indulte. Toda organización, igual que los seres humanos, deben tener el legítimo derecho a defenderse, al menos con iguales armas que sus enemigos. Eso es elemental, lo demás es literatura. La democracia perfecta –allá hay que llegar- lleva en sí la voluntad de la mayorías; y quien quiera su apoyo –proceso favorecido ahora por la posibilidad de ser reelegido- tiene que ganárselo, no ya con promesas, sino con hechos. Ese es el gran poder que la reelección le otorgó a los electores, y, que vendría a bien extenderla a las gobernaciones y alcaldías: no vemos por qué no. Sólo falta adquirir conciencia política y pensar como pueblo, no como persona. Así el sistema capitalista se va haciendo más justo y la clase política menos corrompida. *Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe myances@msn.com

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