Columna


No, no es el mercado

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

05 de julio de 2012 12:00 AM

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

05 de julio de 2012 12:00 AM

El mercado, sin monopolio, canaliza los deseos, intereses y gustos de las personas. Ellas imponen por la confluencia de sus apetencias, qué consumir, qué aceptar, qué hacer; y por la libertad que tienen de elegir y escoger según los valores del hogar.  
El hombre actúa por el estímulo de un interés, sea que produzca ganancias económicas o no. Este sistema facilita el lucro, que convertido en capital productivo, crea puestos de trabajo y facilita recursos para la investigación científica, que mejora la productividad y la calidad de vida. 
La superpoblación, entendida como el crecimiento sin aumento paralelo de los recursos para las necesidades básicas y la formación de familias formadoras, estimula el deterioro de la humanidad y apoya la decadencia de la calidad de la cultura y de la sensibilidad para valorarla. Se presenta así una separación en el hilo conductor de la civilización como la hemos conocido al verse imposibilitados de interiorizar los rasgos distintivos que caracterizan a una comunidad.
Esa población mal atendida creciendo en un ambiente disfuncional adolecerá de un vacío interior, que llenará con una contracultura con el correspondiente agenciamiento para evadir la realidad, entre otras, con diversiones que apuntan a las emociones primarias más que a las razones del espíritu.
También, las que ofrece las nuevas tecnologías de comunicación, que así como entrega información de importancia para el estudio o análisis, ofrece igualmente programas de divertimiento sin referentes a nuevas significaciones trascendentes para esa población que no ha tenido un buen tutor que los oriente y tal vez, por ello, no está acostumbrada ni deseosa de esfuerzos mentales.
La presión poblacional todo lo debilita, lo descarrila, lo rebasa, creando tensiones sociales en las que la autoridad termina por ceder, ante la falta de recursos para ejecutar los planes que la ley o la lógica indican se deben hacer, por eso vemos la sobrepoblación carcelaria, que conduce a que peligrosos delincuentes con brazaletes salgan a transgredir la ley dando el ejemplo de que las normas de la sociedad están para no cumplirlas, con lo que incitan a más delito. Igual sucede con el mototaxismo, vendedores ambulantes, destrucción de corales, y muchas más.
Consideremos que el crecimiento de la población mundial es de 1,6% anual, equivalente a 160 personas por minuto, 230.000 por día, 84 millones por año. Esa fuerza acumulativa necesita y empieza a agotar recursos como: agua, vivienda, alimento, salud, energía, educación, empleo. También afecta a la totalidad del medio natural por la contaminación de diverso origen, la invasión de zonas selváticas para la agricultura y la minería, la utilización de las tierras para nuevos desarrollos urbanísticos, destrucción de nichos ecológicos, acumulación de basuras, etc.
A pesar de que debemos aceptar que existe el paradigma de que todo tiempo pasado fue mejor, también hay que reconocer que, con la sobrepoblación, hemos entrado en una época en la cual hay cambios que nos llevarán a una nueva Torre de Babel.

algaz@costa.net.co

*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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