Columna


No obstante, seguiré orando

LUIS EDUARDO PATERNINA AMAYA

20 de abril de 2011 12:00 AM

LUIS EDUARDO PATERNINA AMAYA

20 de abril de 2011 12:00 AM

La historia de Jesús es apasionante. Desde su nacimiento hasta su muerte, no deja uno de compenetrarse con ella, interesado en los episodios de la vida de un hombre cuya característica más sobresaliente fue su propio sacrificio, con tortura incluida, para salvar al hombre de su propio pecado. En los tiempos modernos, 2011 años después, me pregunto: ¿aquel sacrificio valió la pena? ¿Aprendimos la lección del inmolado por causa tan noble? ¿Se justificó el viacrucis con su estela de odios, latigazos, ofensas, escupitajos, juicios políticos, madrazos y tanta soledad que obligó al procesado a dirigirse a su Padre por abandonarlo?
Desde aquellos tiempos de Tiberio la lucha por el poder sigue siendo igual, pero con procedimientos más refinados y crueles hoy. Señalo con preocupación la inutilidad de aquella gesta libertadora de una prisión que aun nos somete por la aplastante presencia de sus propios fantasmas y miedos, llámense ignorancia, pobreza, hambre, destrucción, humillación y muerte.
Todos los años recordamos la última semana de Jesús antes de ser mártir del calvario. Nos dicen que son días para reflexionar, orar, encontrarse consigo mismo, ser humildes y, en fin, para recordar las enseñanzas del Maestro, todas recogidas en la Biblia. Aceptando la sugerencia, sigo preguntándome ¿qué tan efectiva ha sido la sabiduría que expresa el gran libro cuando desarrolla el pensamiento del hijo del carpintero? Si el hombre ha sido y será igual de pecador, el avance para que se parezca más a su Padre se quedó en el mensaje, en la palabra, en la agonía de llenar vacios espirituales insalvables que explican tantos credos religiosos en las ciudades. Sincelejo, por ejemplo, tiene unas setenta iglesias.
El hombre parece perfeccionarse, pero en la maldad. ¿De cuántas maneras, formas, estilos, hace daño? ¿Cuántos lobos con la piel del cordero, cuántas maniobras, a cuánta imaginación se apela para enfrentar la ley de Moisés y con qué naturalidad hemos aniquilado el orden? Este es el hombre nuevo, el ambicioso, desmedido, que hace de la audacia un triunfo, el amante de la aventura que lo haga rico y poderoso, usando la fuerza para intimidar. Es el hombre que no asimiló una sola enseñanza del Mesías, solo se quedó con los latigazos para quienes le invadieron el templo, mas no con el amor de su doctrina.
¿Hasta cuándo vamos a seguir reflexionando sobre el sentido de la tragedia de Jesús, si nos seguimos matando, las diez y muchas plagas mas continúan azotando al mundo, si la corrupción se ha convertido en conducta natural inherente, si el delito se volvió regla general, si la paz es una mercancía, si el atraco, el robo, el sicariato y la depredación contra la belleza y la felicidad hablan de una moderna condición humana? Siendo tan poderosas, tan sencillas y fáciles de entender las alocuciones del protagonista sacrificado en ese viaje hacia la crucifixión, ¿por qué nos amarramos al anticristo, a la oscuridad, a la vanidad, al caos, sin que aquella luz haya penetrado en nuestros corazones para quedarse?
Teólogos, políticos, antropólogos y sociólogos deben buscar una respuesta que nos haga entender lo importante y necesarias que son las reflexiones por estos días santos sin que estemos arando en el desierto mientras nos ocupamos del mensaje divino.

noctambula2@hotmail.com
 

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