Columna


Oneroso y honorable privilegio

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

01 de julio de 2012 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

01 de julio de 2012 12:00 AM

Lo acontecido con la justicia nos deja un panorama sombrío sobre la nación colombiana y nuestro futuro. Vamos hacia un precipicio social sin hacer estrépito. Nos urge la moralidad. Cada vez nos damos más cuenta de que esta situación dramática está relacionada con cómo elegimos y nos relacionamos con nuestros representantes, los cuales muestran, sin remordimiento, que el clientelismo, el cálculo político, y legislar en causa propia, son sus intereses, religión y ley. Solo ahora, alarmados, tomamos en serio algo tan importante como una reforma a la justica del país. No nos llegó una crisis…;siempre hemos estado en ella. Un país que busca más justicia real que legalidad formal no puede aceptar tamaño desafuero de quienes, por su condición y misión, han de construir su interés superior. Se jodió pindanga, dice el vulgo. Nuestros pandilleros, frente a ellos, son almas pías de frutos pingües. Colombia debe actuar sabiendo que no por limar los dientes del lobo se disminuye su ferocidad. ¿Seremos capaces de cambiar el marco constitucional, cambiando las sempiternas elites políticas? La ética es para cada uno de nosotros asunción de responsabilidades, que desde siempre las personas de bien han afirmado tener, oneroso y honorable privilegio del ciudadano virtuoso.
Del legislador y el gobernante se esperan dos cosas: amar a su pueblo y que sepan que su conducta es su ejemplo. Ser buen político es posible. Ser santo como político, también. Pero no será fácil para quienes anteponen lo ‘políticamente correcto’ frente a lo correcto políticamente. Lo más seguro es que engendren ingratitudes y que tengan como única satisfacción el bien que son capaces de producir para su pueblo. La historia del país nos enseña que cultivar las virtudes no es siempre popular. El orden no siempre es obedecido, y los rencores pueden sobrevivir por muchos años cuando se afectan intereses. Y en la historia reciente son muchos los intereses afectados.
Recuerdo que alguna vez leí en las lecciones de filosofía del derecho que la palabra “Jus” (justicia y derecho) viene de la raíz indoeuropea Jup, que significa Dios, como se ve en su derivado Júpiter, el padre de los dioses en la mitología de la antigua Roma. Ignoro si esa afirmación general es correcta o no, pero es innegable que, al menos el Dios de la Biblia, es inseparable de la justicia. Justo, para Él, es lo recto, firme y sólido. Decir que un dátil es justo significa simplemente que es conforme a lo que debe ser. La vieja fórmula de que a cada cual lo suyo, sirve de justificación para cualquier orden social que hemos simbolizado en una virgen con los ojos tapados, una espada y una balanza en su mano para verificar, cuidadosamente, el equilibrio entre lo que se recibe y lo que se da. En cambio la imagen bíblica de la justicia no sería una balanza sino un torrente (Amós 5, 24). No evoca la concepción de una sociedad estática y en equilibrio sino una concepción dinámica de la justicia que reconoce los derechos de aquellos a quienes hasta el presente les habían sido negados.
Vale para Colombia la frase de 1968 en los muros de París: «seamos realistas, exijamos lo imposible».

*Director del Programa de Desarrollo y Paz del Canal del Dique.

ramaca41@hotmail.com

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