Columna


Panem et circenses

MARTHA AMOR OLAYA

18 de julio de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

18 de julio de 2011 12:00 AM

En nombre del turismo, la “cultura” y el deporte se ha perdido la razón. Hacer eventos fastuosos en la ciudad se ha convertido en el nuevo fortín de las administraciones públicas.
Y no es que esté en contra de los grandes eventos, pero es inadmisible que se produzcan en favor de particulares y sin beneficios para la ciudad. Vivimos la ley de “pan y circo” pero con la especial diferencia que son “exquisitos” y no aptos para pobres. El gobierno local pone en bandeja de plata la ciudad sólo para jactarnos de haber sido sede de un gran evento.
$1.600 millones gastó el distrito en el sorteo del mundial sub-20 que duró dos horas y que era un evento de los colombianos no sólo de cartageneros. La Alcaldía asumió los costos de un acto para una “élite” y gastó por encima de sus posibilidades si tenemos en cuenta todas las necesidades que padece la mayoría de la población de este séptimo rincón del tercer mundo.
Ojalá así de disponibles estuvieran los recursos para trabajar en la disminución de la brecha social de esta ciudad tan desigual. Pero sin irnos allá, nada más en el mismo sector deportivo vemos las grandes dificultades que afrontan nuestros deportistas y entrenadores para prepararse medianamente bien. Recuerdo que la política para participar en los pasados Juegos Nacionales era “llevar a los seguros medallistas para no malgastar los recursos en gente que no daría resultados”, como si competir sólo se tratara de ganar.
Así se miden los resultados en nuestras entidades públicas. Por eso es que todo es exitoso, bello y bueno. Sí por las rendiciones de cuentas fuera, para qué cambiamos a nuestros gobernantes si son los mejores del mundo.
En el Iderbol se especializaron en organizar juegos en lugar de acompañar a todas las ligas (no a las mismas tres) en la preparación de las distintas selecciones Bolívar. El presupuesto no da para contratar entrenadores, ni para que nuestros deportistas cumplan con el calendario de competencias, pero es millonario en la organización de juegos inventados en lugares donde si acaso juegan bolita uñita a falta del fomento que es primero que la competencia.
Lo mismo pasa con la cultura. Los eventos que hace el IPCC han sido divinos, demasiados y millonarios. Los presupuestos parecen de gente que no sabe en qué gastarse la plata y que por eso festeja. Aunque aquí la pobreza está en todos lados, no se escatima en gastos para tarimas que se arman y desarman con la misma facilidad que cerramos los ojos para soñar y los abrimos para llorar. Lentejuelas y colores que distraen pesares en hipócrita alegría.
Asistimos a una política de “pantalla” que se muestra en la caja mágica de manera impecable y perfecta, en donde tal recuadro es tan diminuto como el pixel que, al ampliar la imagen a escala real la puesta en escena inventada para los flashes no la ve nadie.
Las decisiones no pueden estar atadas al deseo personal del gobernante de turno ni pueden ser producto de quienes se ven como las hadas madrinas de los cuentos infantiles, haciendo realidad sueños mágicos para que a la doceava campanada la carroza se convierte en calabaza.

 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS