Columna


Para creyentes con dudas

RICARDO VÉLEZ PAREJA

11 de abril de 2011 12:00 AM

RICARDO VÉLEZ PAREJA

11 de abril de 2011 12:00 AM

Hay muchas personas –más de lo que uno imagina– que en buen uso de su libertad para creer o no en Dios, dudan de la realidad de los milagros, es decir, de los acontecimientos que desde hace miles de años se dan como fenómenos de sanación de enfermedades o surgimiento de vocaciones divinas entre personas que antes no creían en nadie superior y comienzan a tener fe para alcanzar algunas sanaciones siempre combinadas con otros elementos de la naturaleza y de la ciencia que contribuyen con esos procesos.
Jesús el iluminado que vivió desaparecido para la vida normal ciudadana entre los 12 y 30 años –con el descubrimiento de los Rollos del Mar muerto en 1946– se ha conocido que en ese período vivió oculto ante la comunidad, se refugió en las casas de unas organizaciones judías llamadas los Esenios por Essen, nieto de Aarón y discípulo de Moisés. Ellos estaban dedicados a enseñar y aprender con profundidad la unión de la sabiduría científica relacionada con el poder de Dios a través de los elementos del universo como el agua, el aire, el fuego y la tierra o espacio físico donde se produjo la evolución natural del mono en hombre inteligente, creativo en el arte, la ciencia y el trabajo.
Los librepensadores cristianos –entre los cuales me ubico– creemos que históricamente Juan el Bautista fue uno de los principales maestros de la simbiosis de lo científico y la espiritualidad de los Esenios. Por ello, cuando se encontraba en el río Jordán bautizando a otros creyentes en Dios, avistó a Jesús caminando hacia el río –vio la luminosidad que rodeaba al nuevo maestro y dijo a las personas que estaba bautizando: “He aquí al ungido de Dios” y lo bautizó con las aguas del río. Se dice que los padres de Jesús también eran Esenios y coadyuvaron con la educación que recibió.
En los tres años siguientes el ungido se convirtió en un gran líder de la humildad y la sabiduría. Su lenguaje era de alguna manera esotérico, hablaba en parábolas o metáforas que son los evangelios escritos por personas que fueron testigos de oídas de esa realidad histórica y se mencionan los milagros que hacía este hombre que era todo amor, perdón, y que predicaba espiritualidad en el nombre de su Padre. Él entregó su vida para redimir a los hombres, perdonó a sus verdugos. Su vida y su muerte partió en dos el tiempo de los Cristianos.
Nunca presumió de nada, vivió inspirado en la fe y el poder de Dios utilizando sus manos, su mente y su cuerpo para hacer milagros. Preguntaba “¿Quieren quedar sanos y dejar de ser inválidos? Pues miren la piscina de Betesda que simboliza el poder regenerador del agua viva” y a uno de ellos que no podía caminar, Jesús lo tocó con sus manos el cuerpo y le dijo: “¡Levántate, échate al hombro tu camilla y camina!” Al instante, quien creyó en Dios, caminó, entró a la piscina y quedó sanado por la fuerza de la fe y el poder de sanación de Jesucristo.
Yo experimenté milagros cuando con fe en Dios y la sabiduría científica de los médicos, superé las 6 cirugías que me tuvieron al borde de la muerte en los últimos 30 años de mi vida, precisamente el tiempo que llevo publicando esta columna en El Universal.

*Abogado y escritor

rivelpa@yahoo.com
 

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