Columna


Partidos en añicos

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

04 de octubre de 2011 12:00 AM

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

04 de octubre de 2011 12:00 AM

Lo que ha ocurrido en la contienda electoral por la Alcaldía de Cartagena es la mejor muestra de la profunda e irreversibles crisis de los partidos políticos en Colombia.
Los esfuerzos realizados desde el Estado para el fortalecimiento de los partidos han sido inversamente proporcionales a lo que hoy exhiben estas camarillas carentes de ideologías, de sentido social y de eficiencia.
El distanciamiento de estas organizaciones con los conceptos de ética, transparencia, o buen gobierno es cada vez más profundo, predomina en ellas el caos, los intereses particulares y la rebatiña burocrática.
Lejos quedaron los tiempos en los que los partidos se preocupaban por seleccionar a hombres y mujeres que los representaran dignamente en cargos de elección popular. Ante la ausencia de organización, de visión y de propuestas, ahora surgen individualidades mesiánicas, que acaparan el interés de la dirigencia de tales colectividades.
Estas se ofrecen al mejor postor, emulando el más antiguo oficio del mundo, pero aparentando institucionalidad y decoro.
Casi todos los partidos cayeron en el lodazal político que hoy exhibe Cartagena a nivel nacional: el tristemente célebre Partido Conservador terminó justificadamente en la picota, por cuenta de sus propios candidatos a Alcaldía y Gobernación, Roxana Segovia y Jesús Puello, quienes fueron burlados e ignorados por la colectividad, cuyos líderes olfatearon tempranamente las mieles del triunfo en otro lado; el Partido de la U, luego de una deprimente demostración de incoherencia, abandonó a su suerte al candidato a la Alcaldía Miguel Raad, para levantar de manera oportunista los brazos del eventual ganador, al que le venía coqueteando simultáneamente como cortesana.
El Partido Verde, que para algunos representaba una opción diferente, aprendió muy pronto las mañas del desprestigio, sus movimientos para entregar avales locales fueron tumbos irracionales que evidenciaron su caótica organización y falta de sindéresis política. Finalmente, se aferró a una tabla de salvación, con la candidatura cívica de Dionisio Vélez Trujillo, tras dejar solitario a Carlos Díaz en su batalla jurídica contra una inhabilidad conocida e ignorada.
Si la Alcaldía de Cartagena se define conforme a lo que proyectan las encuestas, los partidos tendrían eventual participación en la torta burocrática y podrían dar mordiscos de poder, pero no proclamarán una conquista ideológica o programática. Campo Elías Terán fue avalado por la Alianza Social Independiente – ASI- a la que nunca perteneció, y por su amplia popularidad, otras colectividades políticas convertidas en colcha de retazos se tendieron a sus pies, mientras que a María del Socorro Bustamante le tocó renegar de la militancia política a la que siempre ha pertenecido, por la pugna de intereses al interior de Cambio Radical.
Esta ciudad que parece resistir lo imposible es referente nacional en múltiples escenarios, pero ahora se convierte en símbolo de la degradación galopante de lo que alguna vez fueron sólidas instituciones representativas de la organización social.
Decir que los partidos políticos están en crisis es un lugar común, y aunque se quiera, no se puede negar su existencia. A pesar de estar en añicos siguen respirando con agonía y alimentándose como sanguijuelas de las sobras de poder.

*Trabajador Social y Periodista, docente universitario, asesor en comunicaciones.

germandaniloh@hotmail.com

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